jueves, 28 de abril de 2022

MANUEL BELGRANO Y LA MASONERÍA


ponencia del Prof. Dr. Antonio Las Heras, Consejero Académico

Salón de Sesiones "Manuel Belgrano" de la Sede de la Academia Belgraniana 20/04/2022


“Entonces, el hombre, desde aquel momento 

perfecto e iniciado, liberado y caminado sin trabas, 

celebra los Misterios”. (Plutarco.)


“La mención de Belgrano como masón es probada por un testimonio traído por el historiador Saldías y los recuerdos del general Enrique Martínez” (1.-) afirma el historiador Enrique de Gandía dando por terminado – a través de la documentación necesaria – la controversia sobre si el Creador de la Enseña Patria era miembro o no de la Masonería.

Esta controversia tuvo sus fundamentos. Por un lado la falta de constataciones documentales (obvio que tratándose de organizaciones secretas no habrían de quedar disponibles libros de actas ni minutas sobre lo acontecido en cada encuentro logial) y por otro el hecho de la indiscutible condición de católico practicante del general Belgrano lo que hizo suponer a priori a algunos estudiosos que había una absoluta incompatibilidad entre ambas filiaciones.

Sobre el primer punto arroja luz Emilio Gouchón (1860/1912) quien fuera tanto Gran Maestre como Gran Comendador del Grado 33, en su escrito “La organización masónica en la independencia americana” dejando bien en claro por qué no es posible hallar suficiente documentación que corrobore lo que usualmente por tradición oral ha llegado a la pluma de los primeros historiadores sobre la temática que aquí nos ocupa. “… el nombre de los afiliados – explica Gouchón – era confiado principalmente a la memoria, y los trabajos se hacía verbalmente, cuidando de no dejar constancia escrita. La más mínima imprudencia, cualquier delación, podía hacer fracasar los trabajos y comprometer la vida y libertad de los afiliados.” (2.-)

En cuanto a la presunta incoherencia moral de ser católico practicante y, a la vez, Maestro Masón, la historiadora Lucía Gálvez se ha referido al interrogante que algunos han planeado sobre cómo fue posible que personas reconocidas por su condición de católicos practicantes hubieran pertenecido a logias masónicas. Al respecto escribe: “La pertenencia a la masonería no pone en duda, sin embargo, la fe cristiana de ambos héroes – se refiere a José de San Martín y a Juan Martín de Pueyrredón – ni la del general Belgrano, ni de tantos otros que veían en esa institución muchos valores además de una poderosa ayuda para lograr la unidad y la independencia de los pueblos de América.” ( 3.-)

Aclarados estos puntos, podemos manifestar que el general Manuel Belgrano (1770/1820) cumplió el rito de iniciación (ceremonia de ingreso) a la Masonería, en la Logia Independencia que, desde fines del siglo XVIII, trabajaba en Buenos Aires. Integró, asimismo, la organización que pasó a la Historia de la Argentina con el nombre de “Sociedad de los Siete” la cual, a los efectos masónicos, era una estructura iniciática. Así dejan constancia Silvestre y Rodríguez Rossi, a quienes citamos: “La Sociedad de los Siete fue una delegación operativa estrictamente masónica de la Logia Independencia.” En ese mismo sentido se han expresado Enrique de Gandía (4.-) así como los masonólogos Frau Abrines y Ariús Arderiu (5.) y Martín V. Lezcano (6.-) quien fuera miembro de la Academia Americana de la Historia.

En el Diccionario Enciclopédico de la Masonería, escrito por Lorenzo Frau Albines y Rosendo Ariús Arderiu, se indica que la Sociedad de los Siete estaba conformada por Juan José Castelli, Agustín Donado, Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Manuel Belgrano y Feliciano Antonio Chiclana.

Para quien no tenga conocimientos en simbología esotérica de los números ni en simbología masónica es posible que ese número – el siete – ninguna atención le produzca. Empero hablar de una “sociedad de los siete” es mucho más que relevador. Es toda una declaración de principios. Masónicamente, siete maestros conforman lo que se considera una “logia perfecta.” Ahora bien, eso es así pues el número siete – en sí mismo – resulta la primera cifra perfecta, por tratarse de la suma del tres (que es el número que simboliza lo espiritual) con el cuatro (que simboliza la materia.) La integración de espíritu y materia que implica la totalidad del Universo conduce a la Armonía. La otra cifra perfecta es el doce, por tratarse de la multiplicación del tres por el cuatro. Allí tenemos la explicación a por qué tanto el 7 como el 12 aparecen con tanta frecuencia en las cosas cotidianas. Por ejemplo, los 7 días de la semana y los 12 meses que constituyen un año. Las siete maravillas del mundo. Los siete colores del arco iris. Etc. La Masonería, desde lo más antiguo, tuvo siempre en cuenta la simbología numérica que, por lo demás, llega a nosotros desde milenios.

Comentan, además, Silvestre y Rodríguez Rossi que dicha Logia Independencia, que fuera fundada a fines del siglo XVIII “en el recientemente creado Virreynato del Río de la Plata… tuvo como miembros a Juan José Castelli (que fungía como Venerable Maestro); a su primo Manuel Belgrano, flamante secretario perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires; Juan José Paso, Feliciano Chiclana, Matías Irigoyen, Nicolás Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Juan Larrea, Domingo Matheu y Antonio Luis Berutti.” (7.-) Alcanza con leer estos apellidos que han quedado grabados en las páginas de la Historia Argentina para comprender la importancia y trascendencia que esa logia masónica tuvo tanto para aquel presente como cuanto para el futuro inmediato y mediato que siguió.

De acuerdo con el historiador y Maestro Masón grado 33 y último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, Emilio J. Corbiere (ya fallecido) ésta Logia Independencia fue la primera que hubo en territorio de lo que, con el tiempo, se convertiría en la República Argentina habiendo funcionado “con protocolos de autorización otorgados por la Gran Logia General Escocesa de Francia.” (8.-)

José Matías Zapiola (1780-1874) dejó constancia de que Belgrano había sido miembro de la Logia Lautaro de Buenos Aires (cabe la aclaración geográfica puesto que hubo logias lautarinas en la ciudad de Santa Fe, Córdoba, Mendoza, etc.) Si bien no todos los investigadores están de acuerdo en que Belgrano haya formado parte de ella, lo cierto es que el testimonio de Zapiola resulta invalorable pues sólo él es quien habla desde los hechos históricos en los que participó. El mismo Bartolomé Mitre lo tuvo, a los efectos de historiar esa parte de la Argentina, como sólido referente pues habida cuenta de su longevidad y buena salud, estaba en condiciones de rememorar aquellos acontecimientos que lo habían tenido como coprotagonista. Como ya hemos dicho – y seguiremos expresando en otras partes de este libro – hechos sobre los cuales, por el elevado secretismo que los mismos requerían, no se dejaba constancia escrita o documental alguna. Todo circulaba “de la boca al oído” (para usar otra expresión típicamente masónica) siendo la memoria el único reservorio seguro.

Mientras Belgrano tuvo a su mando el Ejército del Norte funcionó allí una logia que lo tuvo como Venerable Maestro, denominación masónica para quien ejerce la presidencia logial. Lo fue también de la Logia Argentina que se reunía en la ciudad de San Miguel de Tucumán a la que fundó – según el historiador de la Masonería Argentina Alcibíades Lappas – con Carta Constitutiva (autorización) de la “Masonería de Nueva Granada” (sic). La misma luego modificó su nombre por logia Unidad Argentina. (9.-)

Es poco conocido, y por ello vale subrayarlo, que Belgrano tradujo – y publicó en 1813 con prólogo de su autoría – la “Discurso del Q.: H.: George Washington al pueblo de los Estados Unidos anunciando sus intenciones de retirarse del servicio público”, donde el Maestro Masón norteamericano brinda ejemplos sobre cómo se debe proceder para constituir realmente una nación libre e independiente.

La expresión Q.: H.: debe leerse como “Querido Hermano”, siendo una abreviatura muy usual en la Orden Masónica. Es de conocimiento público que Washington fue un destacado miembro de la Hermandad al igual que la mayoría de quienes construyeron los cimientos de Estados Unidos de Norte América.

Para llevar adelante dicha traducción, el Creador de la Bandera Argentina, contó con la ayuda del médico y naturalista Joseph James Thomas Redhead (nacido en los E.E. U.U. en 1767 y fallecido en la Argentina un 28 de junio de 1847), quien tuvo una activa participación en las Guerras de la Independencia, residiendo – sobre todo – en lo que hoy son las provincias argentinas de Salta y Tucumán. Fue médico tanto de Belgrano como de Martín Miguel de Güemes.

“El ardiente deseo que tengo de que mis conciudadanos se apoderen de las verdaderas ideas que deben abrigar si aman a la patria, y si desean su prosperidad bajo bases sólidas y permanentes, me ha empeñado a emprender ésta traducción en medio de mis más graves preocupaciones, que en tiempos más tranquilos ha había trabajado”, expresa el líder del Ejército del Norte en su prólogo.

Redhead, asistió a Belgrano hasta su muerte, acontecida a consecuencia de la hidropesía, y fue quien – junto con el Dr. Juan Sullivan – realizó la autopsia correspondiente. Moribundo, el Creador del Pabellón Nacional, entregó al médico su reloj de oro, diciendo: “Es todo cuánto tengo para entregar a este hombre bueno y generoso.” (9.-) Se trataba de un reloj de bolsillo con cadena que le había obsequiado el Rey Jorge III, de Inglaterra. Como todos conocemos, Belgrano murió absolutamente desposeído de bienes materiales. Pero con la inmortalidad ganada a través de sus extraordinarias y sacrificadas acciones.

En la “Historia de la Nación Argentina” editada por la Academia Nacional de la Historia (edición de 1939, Vol. V, primera sección, Págs. 409/11) se lee que fue el Padre de la Patria, José de San Martín, quien fundó tanto la logia de Tucumán como la del Ejército del Norte, “en donde Belgrano y otros quedaron iniciados.”

En uno de sus libros (10.-) Fabián Onsari (Soberano Gran Comendador del Supremo Consejo del Grado 33, desde 1940 hasta su muerte ocurrida en 1956) expresa: “A la Logia Lautaro pertenecía la inmensa mayoría de los miembros de la Asamblea del Año XIII, la cual perfiló la fisonomía política y constitucional del país y, si bien no llegó a declarar la independencia, todos sus actos y resoluciones tendieron a ese fin, pudiendo decirse que, desde la aprobación de sus acuerdos, la independencia existió de facto.”

Páginas antes ha dicho: “En 1815 quedó prácticamente disuelta la Logia Lautaro – se refiere a la de Buenos Aires – San Martín en Cuyo, alejado de la logia y planeando su expedición a Chile, presionaba junto con Belgrano sobre los congresales de Tucumán para que se concretase la declaración de independencia y se procediera a constituir un gobierno firme y responsable.” (11.-) Se infiere de este texto la importancia de la labor realizada en mancomún por ambos hermanos – San Martín y Belgrano – para la declaración de la Independencia. Nos queda en claro que ello resultó cual fruto de las labores desplegadas en la Logia Lautaro y demás talleres en que los dos actuaban.

Más tarde, precisa lo siguiente: “Ideas de independencia y de organización política liberal que, si no pudieron culminar en 1813, tomaron cuerpo en 1816, a instancia y mediante la presión intelectiva de San Martín, quien – junto con Belgrano – fue el numen inspirador del Congreso tucumano.”

El mismo Fabián Onsari (Gran Maestre de la Gran Logia de la Argentina 1928/1936 y 1939/1945) ha dejado escrito: “¿La Logia Lautaro era de carácter exclusivamente masónico o exclusivamente político? En nuestra opinión, participaba de los dos aspectos. Los aspirantes eran iniciados en la Masonería para luego vincularlos a los fines políticos de la logia… La iniciación en los misterios de la francmasonería se exigió a todos los afiliados de la Logia Lautaro, de ahí nuestra afirmación de que si los fines de la logia eran evidentemente políticos, sus integrantes eran, con idéntica evidencia, todos masones.”

Lo cual nos obliga a extendernos un poco para explicar que no hubo una sola Logia Lautaro – como suele difundirse – sino que se trataba de un conjunto de “logias lautarinas” cuya finalidad era obtener la libertad de esta parte de América.

Es José de San Martín quien funda la Logia Lautaro, durante 1812, en la ladea de Buenos Aires, junto con Alvear y Zapiola, quedando conformada con algunas de las personalidades más descollantes de la época. Entre sus miembros se encontraban: José de San Martín, Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Ramón Eduardo de Anchoris, Bernardo de Monteagudo, Juan Martín de Pueyrredón, Antonio Álvarez Jonte, Nicolás Rodríguez Peña y Julián Álvarez; este último será su primer Venerable Maestro. 

Solían reunirse en las casas de sus integrantes o en un local que se estuvo situado frente al Convento de Santo Domingo, en la actual calle Balcarce. O sea, muy próximo a dónde, ahora, se encuentran depositados los restos mortales del Creador de la Bandera Argentina.

Este taller masónico tuvo marcada influencia sobre las logias, también de nombre Lautaro, que “levantaron columnas” en la ciudad de Santa Fe, tanto como Córdoba y Mendoza.

En Chile, la Logia Lautaro fue fundada en 1817 en Santiago de Chile por el general Bernardo de O´Higgins, luego del triunfo de los patriotas en la batalla de Chacabuco. Sus principales miembros fueron: Bernardo O´Higgins, José de San Martín, Tomás Guido, José Antonio Balcarce, José Ignacio Zenteno, Juan Gualberto Gregorio de Las Heras (12.-), Ramón Freire, Manuel Blanco Encalada, Miguel Zañartu y Ramón Arraigada. También hubo una Logia Lautaro en la ciudad de Lima.

Emilio J. Corbiere despeja cualquier tipo de dudas a este respecto: “No hubo una única ´Logia Lautaro´ sino que existieron varias lautarinas, en Buenos Aires, Mendoza, Córdoba, Santiago de Chile, en el Ejército de los Andes y en los de la Campaña del Perú. Las lautarinas fueron logias masónicas operativas, no simbólicas, de allí el error de diversos autores, incluso masónicos, que permitió generar varias fábulas … Esas logias lautarinas tuvieron como objetivo central cumplir con el plan de liberar a Chile y el Perú dentro de la estrategia independentista continental.” (13.-)

Es el Gral. José Matías Zapiola (1780/1874) quien ha dejado constancia que Manuel Belgrano formó parte de la Logia Lautaro, que funcionaba en Buenos Aires.


Referencias:

(1.) DE GANDÍA, Enrique. La Independencia de América y las sociedades secretas. Ed. Sudamérica Santa Fe. Santa Fe, 1994. Págs. (50 y 51)

(2.-) GOUCHÓN, Emilio. “La organización masónica en la independencia americana” en Revista Caras y Caretas. Buenos Aires. Año XIII, núm. 607, 21 de mayo de 1910 (Págs. 26 a 31)

(3.-) GÁLVEZ, Lucía. “¿Cómo Dios manda? Iglesia, Masonería y Estado en la Argentina.” Ed. Norma. Buenos Aires, 2006. (Págs. 83/84)

(4.-) DE GANDÍA, Enrique. La Independencia de América y las sociedades secretas. Ed. Sudamérica Santa Fe. Santa Fe, 1994. (Pág. 125) Págs.

(5.-) FRAU ABRINES, Lorenzo y ARIÚS ARDERIU, Diccionario Enciclopédico de la masonería. Ed. Kier. Buenos Aires, 1947

(6.-) LAZCANO, Martín V. Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas en Buenos Aires. Pedro García Editor. Buenos Aires, 1927. (Págs. 68 y 69)

(7.-) SILVESTRE, Jorge y RODRÍGUEZ ROSSI, Víctor. La Masonería y el Bicentenario.” Ed. Lajouane, Buenos Aires, 2010 (Pág. 83)

(8.-) CORBIERE, Emilo J. La Masonería. Política y Sociedades Secretas. Ed. Sudamericana. Buenos Aires, 1998 (Pág. 162)

(9.-) Publicado en la página del Instituto Nacional Belgraniano.

(10.-) ONSARI, Fabián. San Martín, la Logia Lautaro y la Francmasonería. Sin mención de editorial. Buenos Aires, 2011 (Págs. 113 y 115)

(11.-) ONSARI. F. Op. Cit. (Pág. 102)

(12.-) LAS HERAS, Antonio. Las Heras. El Militar. El hombre. Ediciones Grupo Argentinidad. Buenos Aires, 2021

(13.-) CORBIERE, Emilio J. La Masonería. Política y sociedades secretas. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1998. Pág. 146.


TACUARÍ: UN TRIUNFO POLÍTICO

  TACUARÍ: UN TRIUNFO POLÍTICO Por Ernesto Martinchuk Consejero Académico Que una derrota militar puede transformarse en un triunfo político...