A los 42 años de edad Manuel Belgrano asume como General
en Jefe del Ejercito del Norte, fue elegido porque era el único capaz de tomar
ese desastre que era el ejército, para sacarlo de la nada y convertirlo en una
milicia vencedora. El no encontró un ejército formado, por lo que puso todo
cuanto pudo para sacarlo de tal ostracismo, a tal punto de sufrir enfermedades e inconvenientes, que si bien eran propios de la época, afectaban su
paupérrima realidad.
En ese marco de instancias adversas logra el
triunfo de Tucumán, al amparo y auxilio de nuestra Señora de las Mercedes –
quien por el mismo es proclamada Patrona del Ejército-, Manuel Belgrano -el
Libertador de Pueblos- se dirigió a Salta. Aquí, escuchó el consejo de un hijo
pródigo de estas tierras, el capitán Apolinario Saravia, quien llevó al General
a la casa de sus padres, solar ubicado en cercanías del casco histórico de esta
ciudad, hoy conocido como Finca de Castañares.
El
Cerro San Bernardo fue testigo de la estrategia del Gran General que debía
enfrentarse con un enemigo que otrora fuera su amigo, Pio Tristán lo estaba
esperando; y si bien su mente estaba turbada por esta situación, su espíritu
trasunto no dudó en jurar fidelidad y lealtad a los ideales de Mayo,
representados entonces por la Asamblea del Año XIII.
El
20 de febrero de 1813 tuvo lugar la Batalla de Salta, donde se enfrentaron el
Ejército del Norte, al mando del general Manuel Belgrano, y el realista,
conducido por el general Pío Tristán. La contienda, que se desarrolló en los
campos de Castañares, luego de tres horas, se volcó a favor de las tropas
patriotas, dándoles la victoria.
La
cruz a los vencedores y vencidos marca nuevamente la afirmación que hemos
hechos reiteradas veces: “Belgrano fue el
más religioso de nuestros próceres”; sus acciones civiles y militares estuvieron
siempre en sus oraciones, tanto anteriores, durante como posteriores a cada empresa.
Su
condición de cristiano comprometido con su fe lo hizo apelar al perdón, un
gesto de magnanimidad que garantizaba a los vencidos, unas
20.000 almas promedio, su libertad siempre que juraran no volver a
empuñar las armas contra las Provincias Unidas del Río de la Plata. Un grupo de perjuros demostró lo contrario y puso en
evidencia una vez más la torpe soberbia que embarga mucha veces a los hombres
haciéndolo ingratos.
Su grandeza personal, su elevación de ánimo por sobre
muchos, su generosidad demostraron en este acto la corona de virtudes que lo
cubrían. Pero ¿qué buscó el General Belgrano con este acto? Pues nada más ni
nada menos que presentar a la emancipación como un gran propósito, disponiendo
los ánimos en grado eminente con el objeto de ejercer las cosas grandes
conforme a la recta razón, trayendo apoyo a la esperanza que menguaba y presentando
resistencia eficaz contra la desesperación que crecía.
Al respecto, en la carta que don Manuel Belgrano escribiera a Feliciano Chiclana, decía:
“Siempre se divierten los que están lejos
de las balas, y no ven la sangre de sus hermanos, ni oyen los clamores de los
infelices heridos; también son ésos los más a propósito para criticar las
determinaciones de los jefes: por fortuna, dan conmigo que me río de todo, y
que hago lo que me dictan la razón, la justicia, y la prudencia, y no busco
glorias sino la unión de los americanos y la prosperidad de la Patria”.
Como corolario solo mencionar que el general patriota
Manuel Belgrano y su par realista Pío Tristán, eran ambos nacidos en territorio
americano, uno en Buenos Aires y otro en Arequipa – Perú, educados en España,
llegaron a ser compañeros en la Universidad de Salamanca, pero supieron abrazar
distintos bandos durante la guerra de la independencia.
Diversos autores simplifican este período tildándolo de
una lucha entre revolucionarios contra la corona española, obviando que en
realidad la mayoría de la sangre que corrió era de personas nacidas en la
propia América, que por convicción, obligación o conveniencia se alinearon en
uno u otro bando.
Para
el español el Creador de la Bandera quebraba la unidad americana. Belgrano era
de los que veía más allá de su presente, él vislumbraba el futuro de estas
tierras, el porvenir, el destino de grandeza al que podía llegar. Y eso lo
convirtió en el ideal de su vida, motivo de todas sus acciones. Belgrano no
creía en la muerte, Belgrano creía en la vida y en la armonía de los seres
humanos y él deseaba unir a todos en un ideal superior.
El triunfo en Salta sobre las tropas de Tristán - ahora de
manera contundente, consiguiendo la capitulación absoluta del ejército español -, fue uno de sus principales logros.
El ejemplo de su abnegación, el brillo de sus ideas y la
pertinencia de las mismas colocan a Belgrano como la principal figura hacedora
de la patria. El es el artífice de la autonomía e identidad argentina. El creyó
que había llegado la hora de emanciparse y realizar las propias ideas, las que
convenían al país y a sus olvidados habitantes.
Sus palabras enviadas a la Asamblea luego de hacer jurar a sus soldados en el Río Pasaje, expresan:
“Yo no puedo manifestar
a V.E. cuánto ha sido el regocijo de las tropas y demás individuos que siguen
este ejército: una recíproca felicitación de todos por considerarse ya
revestidos con el carácter de hombres libres, y las más ardientes y reiteradas
protestas de morir antes de volver a ser esclavos, han sido las expresiones
comunes con que han celebrado tan feliz nueva y que deben afianzar las
esperanzas de cimentar, muy en breve, el gran edificio de nuestra libertad
civil”.
La
libertad civil a la que nos llamó el hijo pródigo de Buenos Aires tuvo en el
paño blanco y celeste creado en 1812 y oficializado en 1816 y 1818, una
expresión inequívoca de grandeza. Esa Bandera que nos representa y en la que
encontramos cobijo, resume nuestra historia, nuestra geografía, nuestra cultura, nuestra
política y nuestra religión puramente mariana.
A 209 años de aquella Batalla que colocó
a Salta entre las Provincias Belgranianas por excelencia, la Academia
Belgraniana de la República Argentina por intermedio de su Presidencia traen a
estas tierras un Pabellón que tremoló junto al Mausoleo de su Creador durante
un mes. Fueron 30 días que ondeando permanentemente de día y de noche junto
al ideal de su Padre, impregnada de los
ideales y valores belgranianos, es donada hoy a este hermoso pueblo y dejada en
custodia de la Escuela Nro. 4036 “Dr. Augusto Raúl Cortázar”.
Que este paño celeste, blanco y celeste
que en su centro porta el sol patrio sea guía y faro para las futuras
generaciones de salteños en quienes depositamos nuestra esperanza como adultos y
en quienes confiamos una mayor grandeza para la Patria tal cual la soñara Manuel
Belgrano el insigne prócer porteño, el pionero de la política pública de
educación y el verdadero revolucionario que supo enseñarnos que es ser un
patria y tener un país.
¡Viva Salta!, ¡viva el General Belgrano!