jueves, 24 de agosto de 2023

"No hay derecho sin obligación…"

 El miedo sólo sirve para perderlo todo”  Manuel Belgrano


Por Ernesto Martinchuk, Consejero Académico de la ABRA


El éxodo Jujeño -del que se cumplieron 211 años- es una de las grandes gestas de la Independencia nacional, que el general Manuel Belgrano agradeció con la entrega de una bandera histórica.

El enemigo avanza a las órdenes de Goyeneche que se ha puesto a la vanguardia con más de 3.000 soldados y 10 cañones al mando del general Pío Tristán. 800 realistas de la primera columna de esa avanzada, parte de Suipacha el 1ro de agosto.

El grueso de las fuerzas patriotas se hallaban concentradas en San Salvador de Jujuy y la vanguardia en Humahuaca. Ante esta situación, el 14 de julio de 1812 emite un bando convocando a las armas a los jóvenes ciudadanos de Jujuy, que responden con entusiasmo al llamado del general Manuel Belgrano, quién los exhorta a la lucha en términos que revelan un profundo amor a la Patria:

“Cuando el interés general exige las atenciones de la sociedad, deben callar los intereses particulares, sean cuales fuesen los perjuicios que experimentasen; este es un principio que sólo desconocen los egoístas, los esclavos y que no quieren admitir los enemigos de la Patria; causa a que están obligados cuantos disfrutan de los derechos de propiedad, libertad y seguridad en nuestro suelo, debiendo saber que no hay derecho sin obligación y que quien sólo aspira a aquel, sin cumplir con ésta, es un monstruo abominable, digno de la execración pública y de los más severos castigos. Exige por hoy el interés general que todos tomen las armas para sostener esa misma causa, cuya justicia está apoyada en fundamentos incontrastables de derecho natural y divino…”

Todos los ciudadanos de entre 16 y 35 años “amante de la libertad” son convocados a alistarse en las banderas de la patria. Así organiza, bajo las órdenes de Eustaquio Díaz Vélez, una nueva unidad de caballería llamada los “Decididos”. Acelera la fundición de cañones, reúne la caballería y el ganado. El 29 de julio da una proclama haciendo extensivo su llamado a la población. Ordena abandonar los hogares dejando las tierras arrasadas al enemigo.

Insta a las familias a unirse al ejército, llevando sus armas, el hierro, el plomo y sus ganados a Tucumán. Las cosechas son quemadas y los que se resistan ejecutados. Desconfiaba profundamente de los terratenientes locales, a los que llamaba “los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, prosperidad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud”. Tenía datos precisos de que ya estaban en contacto con la avanzada española para hacer negocios con las probables nuevas autoridades, de las que habían recibido la garantía de respetar sus propiedades. Belgrano no les dejó alternativas: o quemaban todo y se plegaran al éxodo o los fusilaban.

 El 23 de agosto, -sin la aprobación del Triunvirato- Belgrano inicia la retirada que él mismo dirige y en la caravana van las familias de abolengo, las de noble estirpe, los doctores y letrados, labradores y artesanos, mujeres, niños y viejos, todos formando un monumento viviente de heroísmo. Las fuerzas de Tristán entran en la ciudad el día 24 e intercambian los primeros fuegos con la retaguardia patriota.


EL EJÉRCITO AUXILIAR DEL PERÚ

El Triunvirato designa interinamente a Manuel Belgrano Comandante en Jefe del Ejército del Perú, el 27 de febrero de 1812, reemplazando a Martín de Pueyrredón, quien renunció por motivos de salud.

Belgrano estaba enfermo pero igualmente, acompañado por una pequeña comitiva, inicia la marcha hacia el norte el 1ro de marzo. Lleva entre sus alforjas el decreto de su nombramiento, copia de las “Instrucciones Reservadas” a Pueyrredón y las dirigidas al él donde le informan los propósitos realistas de lanzar un gran ejército sobre Salta, que obligaría a los patriotas a una retirada general en ese frente.

Llegan a Tucumán el 19 y desde allí se trasladan a la posta de Yatasto, actual provincia de Salta, donde el General Pueyrredón, le delega el mando el 27 de marzo. Belgrano continúa hacia el Norte y desde la posta de La Ciénaga, el 3 de abril, dirige al Cabildo de Jujuy su primera proclama, donde anuncia que acude con auxilios en defensa y protección de los habitantes de esas regiones: “… Espero desempeñar por cuantos medios estén a mis alcances este cargo: reine paz, tranquilidad, y unión entre vosotros, y no dudéis de que la virtud triunfará: Desechad las odiosidades, apartad de vosotros todo lo que no sea espíritu de Patria, y no dudéis, que ella logrará aumentar en santa y sagrada causa bajo los principios más sólidos para vuestra felicidad… que reine la fraternidad, y lejos de nosotros la desunión. Auséntense los enemigos de la causa para no alterar el orden y exponernos a tomar medidas que nos sean dolorosas. Demasiado conocidos están, y si ahora queremos acallar nuestros justos sentimientos, tal vez repetidas sus malignas operaciones con que atizan el fuego de la guerra civil, no será posible sofocarlos… empeñaos en apagar ese incendio, que tantas lágrimas causa a la Patria y lisonjeras de atraer sobre nosotros las bendiciones del cielo; el amor de vuestros conciudadanos y la gratitud de la posteridad”.

Su campamento se encuentra en Campo Santo (Salta), donde se aboca a la reorganización del ejército, que cuenta con escaso armamento, instrucción y disciplina. Mientras espera el ataque realista, le exige a sus hombres un gran esfuerzo para salvar la Revolución, que para esos hombres parece no existir. Belgrano escribe el 2 de mayo de ese año: “… ello es cierto, que en mi camino al Rosario con el Regimiento de mi cargo, ni en aquel triste pueblo, ni en la provincia de Córdoba y su Capital, ni en las ciudades de Santiago, Tucumán y Jujuy que he visto de la provincia de Salta, he observado aquel entusiasmo que se manifestaba en los pueblos que recorrí cuando mi primer expedición al Paraguay; por el contrario, quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más, odio mortal”.

Mientras tanto, crea un cuerpo de guías y otro de cazadores de infantería. Organiza la sección de ingenieros y arma con lanza a los Dragones. Crea un tribunal militar para atender a la disciplina y no descuida las tareas de administración, previsión y maestranza. El 6 de mayo le escribe a Rivadavia: “Me veo detenido con perjuicio de la causa y me es muy doloroso, pero cuando nuestros hermanos del Perú están sacrificándose, esperanzados en nosotros, y con sólo la súplica de que entretengamos al enemigo con nuestra presencia, dejándoles a ellos su destrucción, no pueda acceder a ello por una falta… Me hierve la sangre al observar tanto obstáculo, tantas dificultades, que se vencería rápidamente si hubiese un poco de interés por la patria”.

Belgrano decide trasladar su campo a Jujuy, mientras la avanzada realista permanece en Suipacha y comenzar la ofensiva. El 19 de mayo comienza su marcha en auxilio de Cochabamba. Despacha al coronel Juan Ramón Balcarce a la quebrada de Humahuaca, con una fuerte vanguardia que integran el Batallón de Pardos y Morenos, como también los Regimientos de Húsares y Dragones. La falta de armamento y efectivos lo obligan a mantenerse en actitud defensiva.

El 26 de mayo fue designado general en Jefe del Ejército Auxiliar de Perú y un día después cae Cochabamba en poder de los realistas, mientras el resto de sus defensores se encaminan al encuentro de las fuerzas de Belgrano. Al tomar conocimiento de la situación recién en junio, cuando todavía estaba en la tarea de organizar sus tropas escribe: “… a más de haberse desertado tantos y de los buenos soldados, casi los más que han quedado se hallan aún como los reclutas sin saber cargar y descargar con prontitud”.

Un mes más tarde, los realistas habían reforzado la vanguardia asentada en Suipacha y preparan el avance sobre Jujuy y Salta. Esta situación advierte a Belgrano la necesidad de retroceder. Reclama infructuosamente auxilios al gobierno central y toma la medida extrema de abandonar Jujuy al enemigo con el objeto de evitar un desastre fatal para las fuerzas de la Patria. Manda a Dorrego a Buenos Aires con la misión de informar al gobierno central sobre la necesidad urgente de enviar refuerzos, armas y dinero.


LAS PIEDRAS

La disciplina impuesta por Belgrano sobre aquellos soldados, cuya mitad eran reclutas, permite que en la madrugada del 29 puedan acampar junto al río Pasaje, demostrando un excepcional rendimiento en la forzada marcha realizada. Ese mismo día Belgrano informa al gobierno su firme decisión de fortificarse en Tucumán. Para ello, atraviesan el Pasaje el 3 de septiembre. La vanguardia enemiga cae sobre ella dispersándola. El enemigo se encuentra entonces frente a la posición que ocupa el grueso del ejército patriota, al sur del río Las PiedrasBelgrano despliega sus fuerzas con el río delante y ordena el ataque, que inicia la artillería al mando del barón Holmberg. Luego con Forest, Araoz, Díaz Vélez y Balcarce, -conduciendo una operación conjunta- alcanza la victoria y pone en fuga al enemigo. Rescatan prisioneros y toman numerosas armas de los realistas que en el combate dejaron numerosos muertos, heridos y prisioneros. Este triunfo, como hecho de armas, es insignificante, pero permitió conocer mejor el fraccionamiento de las fuerzas realistas, la posición del grueso de sus tropas y la intención de Pío Tristán, de seguir su ofensiva más allá de Tucumán.


El bando

El bando que el 29 de julio de 1812 Belgrano dictó, dirigido a todo el pueblo de Jujuy, disponiendo la retirada:

“Pueblos de la Provincia: Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre vosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud.

Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reunirnos al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres, trayéndonos las armas de chispa, blanca y municiones que tengáis o podáis adquirir, y dando parte a la Justicia de los que las tuvieron y permanecieren indiferentes a vista del riesgo que os amenaza de perder no sólo vuestros derechos, sino las propiedades que tenéis.

Hacendados: apresuraos a sacar vuestro ganado vacuno, caballares, mulares y lanares que haya en vuestras estancias, y al mismo tiempo vuestros charquis hacia el Tucumán, sin darme lugar a que tome providencias que os sean dolorosas, declarándolos además si no lo hicieseis traidores a la patria.

Labradores: asegurad vuestras cosechas extrayéndolas para dicho punto, en la inteligencia de que no haciéndolo incurriréis en igual desgracia que aquellos.

Comerciantes: no perdáis un momento en enfardelar vuestros efectos y remitirlos, e igualmente cuantos hubiere en vuestro poder de ajena pertenencia, pues no ejecutándolo sufriréis las penas que aquellos, y además serán quemados los efectos que se hallaren, sean en poder de quien fuere, y a quien pertenezcan.

Entended todos que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. Que los que inspirasen desaliento estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con sólo la deposición de dos testigos.

Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen.

No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto.

Cuartel general de Jujuy 29 de julio de 1812.

Manuel Belgrano”.

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