" BELGRANO Y O’HIGGINS
SIMILITUDES DE DOS PATRIOTAS "
Ponencia del General don Antonio David Yakcich Furche,
Académico correspondiente en la República de Chile.
Sesión virtual - 03/11/2021
Sean mis primeras palabras para agradecer muy sentidamente, el alto honor
con que me ha dispensado la Academia Belgraniana de la República Argentina
para formar parte de sus filas, agradecimiento que materializo en forma concreta
en la persona de su académico Presidente, Profesor Rubén Alberto Gavaldá y
Castro y en quien ha tenido la paciencia de contactarme y coordinar aspectos de
detalle, el secretario general, Consejero Académico Profesor Roberto Fernández.
La invitación que se me formula, que recibo con orgullo, pero
fundamentalmente con compromiso, la entiendo como un gesto hacia todos
aquellos que siendo Belgranianos u O`Higginianos, asumen que la patria grande
está formada por todos los países de esta querida América Latina, que, inspirados
en nuestros padres fundadores, comparten un camino que más temprano que
tarde, los llevará a la unión permanente e indisoluble, tal como ellos lo soñaron.
Los tiempos actuales parecieran no ser favorables para quienes estudian la
historia, dadas las características de una modernidad, que, en muchos casos, se
asocia a la pérdida de la vigencia de ciertos valores, o la inmersión de los mismos.
Pero ello, bajo mi particular perspectiva, es tan solo aparente, como lo
demuestran organizaciones como la academia belgranaiana, comprometida con la
historia, cuya actividad es reconocida por quienes la conocen.
La historia cumple un papel vital al ser analizada en el presente, con el fin
de sacar experiencias y conclusiones que permitan proyectarla al futuro, en busca
del bien superior de un país que pretende avanzar por el camino del progreso y la
unión.
El ejemplo que nos trae el pasado está unido en la mayoría de las veces,
con personas que, en su momento, tal vez sin proponérselo, fueron marcando el
camino que, con el paso del tiempo, sirvió de referencia a quienes somos
herederos de sus logros.
Belagrano y O’Higgins son dos claros ejemplos de ello, al legarnos una
vida ejemplar que les permitió elevarse por sobre el resto de sus contemporáneos,
para obtener el bien superior de todo pueblo, la libertad.
Entrando en materia y con el fin de no alargar el tiempo que se me ha
fijado, debo manifestar que pretendo con el proceso investigativo y de análisis que
hoy presento, buscar los puntos de encuentro entre estos dos magníficos héroes,
pero no tan solo en lo referido a los hechos físicos que marcaron sus respectivos
derroteros públicos, sino, además, establecer los ideales comunes que guiaron
dichas acciones.
Comprenderán que cada uno de ellos tienen luces propias que lo hacen
brillar por sí mismos, por lo que resulta necesario dejar constancia que, además
de los aspectos que presentaré, hay muchos otros que, les pertenecen en forma
individual a cada cual.
Lo primero que salta a la vista es la esmerada educación que recibieron,
ambos en el Real Colegio de San Carlos o Carolino, Belgrano en Buenos Aires y
O`Higgins en Lima.
Claramente dichos establecimientos educacionales eran de un alto nivel
académico, siendo en ese sentido la cuna intelectual de parte importante de la
pléyade de patriotas que impulsarían el proceso independista de las naciones
americanas, lo que no deja de ser notable, si consideramos que eran colegios
claramente monárquicos.
Pero su proceso formativo no terminaría ahí, por el contrario, sus estadías
en los mencionados colegios, serían el punto de partida para la educación,
esmerada, por cierto, que recibirían en Europa.
Belgrano partiría a España, donde se graduaría como Bachiller en Leyes.
Mientras que O`Higgins recibiría en Londres y Richmond una enseñanza británica
de alto nivel.
La educación que ambos recibieron, son en sí mismas un punto de inflexión
en sus vidas, ello porque para comprender su obra plenamente, hay que
considerar el nivel cultural que poseían.
Si se analiza lo ocurrido en la mayoría de los países latinoamericanos en el
proceso independista, descubriremos que la gran mayoría de los habitantes que
lucharon por la libertad, poseían como elemento común su amor al terruño, que
los impulsaba a buscar su autogobierno lejos del control monárquico que, por
siglos, en especial en el periodo de la colonia, había restringido toda posibilidad
de cambio por pequeño que fuera.
Por tanto, la gran mayoría, incluyendo dentro de ella a quienes sus nombres
no han preservado la historia, lo hacían por un ideal restringido a los intereses
específicos del territorio que ocupaban.
Muy pocos poseían una visión especial, por sobre el resto de los patriotas,
en el sentido de colocar como motor del cambio que propiciaban, ideas
provenientes del conocimiento y análisis de un mundo, que, pese a las dificultades
propias de las comunicaciones, estaba, aunque incipientemente, relacionado.
Belgrano y O´Higgins eran dos de éstos últimos personajes, que lograron
comprender bajo una visión global, su importancia y repercusiones futuras, que no
solo se ligaba a la posibilidad de autogobernarse, ya que era un cambio de
paradigma profundo, donde se reafirmaría el concepto de república nacido años
antes, materializando un cambio político profundo y duradero.
Pero hay que ser claro en relación a lo anterior, ya que es menester
establecer que no solo la educación formal les entregó a ambos próceres las
herramientas que utilizarían a futuro, ya que influencias externas a dicho proceso
tuvieron también una importancia radical.
Me refiero con ello a la impronta que marcó en ambos la ilustración, la
Independencia de Estados Unidos de América y la Revolución Francesa.
Belgrano mientras se encontraba en Madrid realizando su práctica
profesional como licenciado, obtuvo la autorización del Papa Pío VI para leer
toda clase de literatura prohibida, lo que lo acercó definitivamente a las ideas
liberales que propiciaron el proceso de independencia.
Por su parte O’Higgins, de regreso en Chile, en su hacienda Las Canteras,
leía y traducía del inglés y francés al castellano en forma clandestina el mismo
tipo de libros, los que luego difundía a sus amigos patriotas, lejos de la vista de las
autoridades realistas.
Lo anterior nos permite establecer que los dos, por procedimientos
disímiles, pero con igual efecto, se empaparon de los principios y valores propios
de los libres pensadores del siglo XVIII y principios del XIX.
Cuando ambos se adecuaban en Europa, la Ilustración, nacida por cierto en
dicho continente, irradiaba sus principales conceptos e ideales, relacionados con
la razón, la naturaleza, la historia, el progreso y el pensamiento pedagógico,
moral y político, entre otros elementos principales.
Era por tanto lógico e inevitable a la vez, que ambos se vieran beneficiados
por los conocimientos que de la ilustración brotaban, ayudándolos en su proceso
formativo, que dejó en ellos la impronta que le conocemos.
Igual fenómeno ocurrió con la independencia de Estados Unidos, referente
indudable de las futuras independencias latinoamericanas y un ejemplo en cuanto
a aspectos comerciales, que gradualmente fueron imponiéndose en el cono sur de
nuestro continente.
No menos importante es en el proceso vivido por nuestros próceres, los
ideales que con fuerza brotaron de la Revolución Francesa, sintetizados en las tres
palabras que todos conocemos, libertad, igualdad y fraternidad.
No debe olvidarse que también ambos fueron influenciados por el precursor
de la independencia americana, el General Francisco Miranda, Belgrano a través
de sus ideas y O´Higgins por medio del contacto directo, pero sin ninguna duda,
los dos son políticamente parte de sus más conspicuos herederos.
Con todo, al regresar ambos de Europa, demostrarían que habían
desarrollado un proceso educativo y de experiencia de vida, que los situaban por
sobre la gran mayoría de sus contemporáneos en sus respectivos países, estando
llamados en forma natural a ser actores principales de los acontecimientos
políticos, culturales y militares que se avecinaban con fuerza incontenible.
Otro factor que identifica a los dos próceres, es el hecho de haber sido
oficiales de milicias, llegando a ser destacados generales sin tener una formación
profesional castrense, aún más, sin buscar serlo, solo impulsados por la fuerza de
sus convicciones y su amor a la Patria.
De hecho y conforme a testimonios de sus contemporáneos, ambos se
caracterizaron pasado el tiempo, cuando se iniciaron las luchas de independencia,
por ser soldados austeros que predicaban con el ejemplo, siendo por ello seguidos
por sus subalternos, los que los respetaban además por su valentía.
Fueron los dos, entre otros, por cierto, quienes prontamente comprendieron
que el respaldo al proceso independista, implicaría más temprano que tarde el
enfrentamiento bélico, sintiéndose en ese sentido, pese a su formación netamente
civil, comprometidos con ello.
No es aventurado por tanto señalar que los dos, desde sus particulares
perspectivas y antes que la esposa del famoso prusiano Carl von Clausewitz
publicara el clásico libro “De la Guerra”, donde se dejaba constancia de las
teorías de su esposo, Belgrano y O´Higgins tenían claro que la guerra era la
continuación de la política por otros medios.
De otra forma no se explica el porqué, desde muy temprano en el proceso y
desde el mismo momento en que sonó el clarín de la guerra, los dos se enfrentaron
al enemigo.
Belgrano terminaría sus días sin abandonar la espada, ya que el proceso de
independencia aún no finalizaba, mientras que O´Higgins luego de Ayacucho se
sacó el uniforme y retomó el arado, tranquilo por el hecho que la paz, unida a la
libertad, ya se habían impuesto.
Hay en las obras de los dos libertadores que analizamos en las presentes
líneas, notables similitudes, como el hecho de ser quienes impusieron en sus
respectivos países las banderas que hasta el día de hoy los identifican.
Belgrano la albiceleste y O’Higgins la tricolor, las que han sido
interpretadas de diversas formas pasados los años, pero que sin lugar a dudas nos
recuerdan a ambos próceres, quienes lograron que fueran aceptadas y
proyectadas en el tiempo, convirtiéndose en las más puras expresiones de las
nacionalidades argentina y chilena.
Sabemos que las banderas eran utilizadas inicialmente, como medio de
identificación de unidades en el desarrollo de las batallas.
El fragor del combate y el consabido caos que él originaba, dificultaba
mantener unidas a las tropas, por lo que el uso de un distintivo elevado y colocado
en un mástil, permitía la reunión en torno a él de los combatientes.
Los próceres que hoy analizamos dieron vida a los respectivos lábaros
patrios, mientras cumplían funciones en los ejércitos, por lo que no es aventurado decir, que, en su origen más puro, ellas fueron concebidas para su uso por
unidades militares y por tanto eran estandartes de combate.
Su empleo y aceptación por parte de los habitantes de cada país fue
marcando una nueva impronta, al ser identificables como símbolos de
nacionalidad e identidad libertaria.
Pero fundamentalmente, se asociaron al concepto de Patria, cuyas
características mencionaremos más adelante.
Hoy las banderas, con el sol de mayo y la estrella solicitaría, son para sus
respectivos habitantes, el símbolo que mantiene la unión, siendo en sí mismas un
factor común que identifica a los países y por cierto a sus ideales.
Permítanme mencionar un hecho que se relaciona con la bandera chilena y
que posee una íntima relación con Argentina.
Corría el mes de agosto de 1820 y la Expedición Libertadora al Perú era
una realidad, encontrándose pronta a zarpar. Pero no se sabía cual sería la
bandera que usaría el Ejército y al Escuadra expedicionarias.
San Martín había manifestado púbicamente que la bandera que debería
usarse era la chilena, pero Bernardo O´Higgins, sin mencionarlo pensaba
diferente.
La unión americana era para él fundamental, entendía que el logro de la
independencia del Perú y por tanto la consolidación del proceso libertario en el
cono sud americano, requeriría de un esfuerzo mancomunado.
Producto de lo anterior dispuso personalmente la bandera que sería usada,
la que era igual a la bandera chilena, como lo quería San Martín, pero en lugar de
tener una estrella tenía tres, representando a Chile, Argentina y Perú.
Por otra parte, Belgrano y O´Higgins tenían profundas creencias religiosas,
las que impulsaban sus acciones, evidenciadas en el concepto de justicia que
iluminaba su actividad pública.
Belgrano era devoto al igual que O´Higgins de la Virgen María, pero ambos
en diversas advocaciones, el primero de la Virgen de Luján y el segundo de la
Virgen del Carmen.
Producto de los sentimientos religiosos que se encontraban presentes en
cada uno de ellos, al pasar los años ambas han sido reconocidas como las
respetivas patronas de Argentina y Chile, siendo por tanto una de las principales
herencias, junto a las banderas, que ambos próceres legaron a sus pueblos.
Belgrano demostró una especial cercanía con la Virgen María, como lo
demuestra el hecho de disponer una misa cantada el 27 de septiembre de 1810 en
su honor, oportunidad en que le solicitó su protección, antes de dirigirse al mando
de la expedición enviada a Paraguay.
Luego en 1814, tributaría un nuevo homenaje a dicha Virgen, al
consagrarle los trofeos capturados a las huestes realistas, consistentes en dos
banderas del Ejército del General Pío Trisan, capturadas en la batalla de Salta.
Por su parte O´Higgins, previo a la Batalla de Maipú, formuló un voto a la
Virgen del Carmen, en el sentido que en el lugar en que se obtuviera la victoria
definitiva, se erigiría un templo en su honor.
Producto de ello se construyó en el lugar la denominada capilla de la
Victoria, la que pasado los años fue reemplazada por el Templo Votivo de Maipú,
de grandes dimensiones y características imponentes.
Valgan los ejemplos anteriores, para comprender en profundidad la
cercanía de ambos a la Virgen María, lo que proyectaron fuerte y definitivamente
a sus respectivos países.
Hay en la visión estratégica de ambos próceres también similitudes, ya que
para ambos la derrota del Virreinato del Perú era claramente de absoluta
necesidad.
La consolidación de las independencias de Chile y Argentina, como
asimismo de los demás países sudamericanos, pasaba necesariamente por la
derrota del Virreinato.
De ello no hay duda histórica alguna, solo hay diferencia en cuanto a la
forma de lograr la derrota realista, en cuanto a que Belgrano comandó las fuerzas
terrestres que pretendían llegar al corazón del Virreinato, entendido éste como la
caída de la ciudad de los Reyes o Lima.
Para O´Higgins el objetivo era el mismo, pero proyectando las fuerzas
terrestres por vía marítima.
En dos oportunidades Belgrano dirigió las tropas que se enfrentaban a los
realistas en Alto Perú, viviendo en las respectivas campañas las vicisitudes
propias de una cruenta guerra.
Pese a los triunfos parciales que logró en ellas, no pudo imponer su
voluntad al adversario, con lo que el Virreinato continuó fuerte en la defensa del
territorio peruano.
Moriría sin saber del triunfo, pero habiendo contribuido como el que más en
la empresa.
La obra la finalizarían otros, O´Higgins preparando los medios de la
Expedición Libertadora del Perú, San Martín comandándola y finalmente Bolívar,
logrando el triunfo a través de Sucre, en la etapa postrera del conflicto.
Pero las similitudes de ambos próceres no terminan en lo mencionado
precedentemente, ya que hay otros factores que demuestran su comunión de
ideales independistas, pese a que desarrollaron un camino político y militar
paralelo uno del otro.
En tal sentido, ambos apoyaron las respectivas declaraciones de
independencia, si bien proclamadas en diferentes años, Argentina en 1816 y en
Chile en 1818.
Belgrano junto a San Martín y otros próceres reunidos en Tucumán el 9 de
julio de 1816, participaron de los acontecimientos de proclamación de la
Independencia, noticia que llegó rápidamente a Mendoza, ciudad en la cual
O’Higgins estaba reemplazando en el mando a San Martín.
La alegría para los mendocinos y también para los chilenos expatriados de
su país que vivían su exilio en la ciudad fue enorme.
Bernardo reaccionó de inmediato y a las 9 de la noche de ese mismo día,
dispuso que todos los templos de la ciudad echaran al viento sus campanas en
señal de anuncio de la feliz noticia, la que se transmitió rápidamente de boca en
boca entre todos los habitantes de la ciudad.
Se sumó a lo anterior otra serie de actividades dispuestas por el gobernador
interino O´Higgins, las que comenzaron con una salva de 14 cañonazos en la
mañana del día 19, repetida al medio día y al anochecer.
Los festejos principales se realizaron el día 20 en la plaza Mayor, actual
plaza Pedro del Castillo, donde formaron todas las tropas que integraban el
Ejército Libertador junto con 300 granaderos a caballo, las que eran mandadas
por el coronel Juan Gregorio de las Heras, mientras que Bernardo presidía el acto
como autoridad principal.
En la iglesia Matriz de la ciudad se efectuó una misa de acción de gracias,
para luego dispararse tres salvas de artillería acompañadas de disparos de rifles
de la infantería.
La ceremonia finalizó con la lectura de una encendida y patriota proclama
que, al ser escuchada por los civiles y tropas en la plaza, fue contestada con vivas
a la Patria y la independencia.
El día 25 de julio de 1816 Bernardo junto a los funcionarios del cabildo,
clérigos y militares, celebraron al Santo Patrono de la ciudad Santiago Apóstol,
con una misa en la iglesia Matriz, la que concluyó con una procesión de la imagen
del Santo por las calles de la ciudad.
Las celebraciones anteriores fueron acompañadas como era la costumbre
en la época, con corridas de toros en la plaza Mayor.
Como vemos, ambos próceres poseen una especial relación nacida en el
enorme acontecimiento que significó la declaración de independencia argentina, a
la que O’Higgins se plegó planamente.
Pasados los años sería O´Higgins el principal impulsor de la declaración de
independencia chilena, voluntad manifestada por él mismo, el primero de enero de
1818 en la ciudad de Concepción.
Los dos tenían además posiciones muy similares en temas de absoluta
relevancia, no solo en la época en que vivieron, sino además importantes a lo
largo de los tiempos.
Uno de ellos era la educación, Belgrano pensaba que nada podía hacerse en
un país si sus ciudadanos no se ilustraban, lo que lo llevó a proponer, incluso
desde antes del inicio del proceso de independencia, la creación de escuelas de
comercio, de náutica, de agricultura, de geometría y dibujo, entre otras.
O´Higgins tenía una visión similar, que lo llevó al ejercer el mando supremo
de Chile, a implementar en el país el sistema lancasteriano de educación, que
buscaba masificar la enseñanza mediante la preparación por parte del profesor de
10 alumnos monitores, los que a su vez enseñaban o traspasaban los
conocimientos a otros diez cada uno, logrando con un profesor llegar a 100
personas.
La importancia que ambos dieron a la concepción educativa, los convierte
en precursores de la educación moderna en sus respectivos países.
Para cualquier observador atento de los procesos vividos en forma previa al
advenimiento de la independencia en nuestro continente, resulta evidente que la
preocupación de la Corona española por la educación, alcanzaba solamente a la
elite, en especial la criolla, que buscaba a través de ella lograr algún grado de
relevancia en la administración de los territorios de ultramar.
Ello le permitió al inicio del proceso, asumir en parte el control político en
beneficio de lograr los objetivos independistas.
Sin embargo, la educación de la ciudadanía en general era claramente
deficiente, manteniéndose la inmensa mayoría de ella en la más absoluta
ignorancia.
Si bien había esfuerzos en cuanto a educar a parte de los niños de los
pueblos originarios, en especial aquellos que eran hijos de caciques relevantes,
dicha educación era más bien un esfuerzo orquestado para lograr convertirlos al
catolicismo.
En la praxis, la educación no era realmente un objetivo de la Corana, ni
mucho menos, pese a los prestigiosos establecimientos educacionales existentes en
América Latina, los que no tenían una cobertura adecuada.
Nuestros próceres sabían de dicha situación y comprendían que la falta de
educación dañaba fuertemente el proceso, en términos que la causa era difícil que
se asentará en el pueblo en general, dado el hecho de no tener la educación
necesaria para comprenderlo adecuadamente.
Hay otro factor de unión entre ambos, el que se relaciona en la importancia
que daban a la agricultura y en especial al dominio de las técnicas que permiten
buenos resultados en su gestión.
Mientras que Belgrano dejaba constancia de ello en diversas oportunidades
por escrito, al mencionar; “Una de las causas a que atribuyo el poco producto de
las tierras y el ningún adelantamiento del labrador, es porque no se mira a la
agricultura como un arte que tenga necesidad de estudio, de reflexiones o de
reglas”, por su parte O’Higgins en la práctica, se convertía en uno de los
innovadores agrícolas más importantes de Chile y Perú, introduciendo el arado de
hierro, el apotreramiento de los campos y la rotación de la tierra en el primero de
los países mencionados y el trapiche mecánico para la explotación de la caña de
azúcar en el segundo.
La preocupación de ambos por la agricultura, tenía sin duda dos orígenes,
el primero en relación a la calidad de vida de los agricultores, que, siendo
habitualmente inquilinos, no podían salir de la pobreza en que se encontraban.
Belgrano propiciaba para ello la educación de los agricultores, en términos
de adquirir los conocimientos que les permitieran obtener buenos resultados de la
explotación de la tierra.
O´Higgins por su parte, fue pionero en cuanto al trato y medios que
entregaba a sus inquilinos, para que llevaran una vida mejor, otorgándoles
terrenos y animales para su uso y explotación, incluyendo días libres para que se
preocuparan de sus plantaciones y animales.
La visión de ambos era coincidente, en términos de la preocupación por el
ser humano que trabajaba la tierra, pero también estaban consientes de la
necesidad de aumentar la calidad y cantidad de los productos agrícolas y
ganaderos.
No debemos olvidar que en la época que ambos vieron, los productos
provenientes de la tierra eran la base de la economía de los países y, por tanto, su
producción permitía el desarrollo de los mismos.
La libertad de expresión fue otro de los signos distintivos que los asemejan,
propiciando la aparición de periódicos en sus respecticos países.
El aspecto anterior es algo que muchas veces se olvida mencionar, cuando
hacemos referencia a la época que analizamos.
La difusión de las ideas no era fácil, si bien existía la imprenta y por tanto
los libros, su producción en ningún caso era masiva, lo que dificultaba difundir la
causa, como también, dar a conocer los acontecimientos de importancia que
permitían ir avanzando en el proceso.
Los periódicos, eran entonces importantes para el logro de la mencionada
difusión, por lo que cada vez que aparecía uno de ellos, aumentaba la posibilidad
de sumar voluntades para el logro del triunfo definitivo. Así lo comprendían
ambos, apoyando la mencionada libertad de prensa.
Hay también en ambos algo que los une más allá de sus muertes, lo que
tiene relación con sus convicciones y creencias religiosas. Belgrano antes de
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morir solicitó ser amortajado con el hábito de los dominicos, tal como era
costumbre entre los terciarios dominicos de los que formaba parte, mientras que
O´Higgins pidió expresamente ser enterrado vestido como franciscano, ya que
durante su permanencia en Lima se había convertido en hermano tercero de la
Orden.
Permítanme como referencia y sin ánimo de abusar de la paciencia de cada
uno de ustedes, dejar constancia en qué consistían ambas órdenes, como una
forma de comprender las motivaciones que llevaron a nuestros próceres a
adoptarlas como propias.
La Tercera Orden de Santo Domingo, a la que como mencionamos
pertenecía Belgrano, es la rama laica de la Orden de Predicadores conocida como
Dominicos, fundada por Santo Domingo de Guzmán en 1216. La rama laical tiene
sus orígenes en las Hermandades de la Penitencia de Santo Domingo y responde
al deseo de hombres y mujeres seglares de vivir según el carisma de la Orden.
La Tercera Orden de San Francisco o Venerable Orden Tercera, de la que
era integrante O’Higgins, es el antiguo nombre de lo que hoy es la Orden
Franciscana Seglar. Está conformada por laicos consagrados con una Regla, por
lo que poseen una forma de vida particular.
Fue fundada por san Francisco de Asís. El nombre de tercera se refiere al
orden cronológico de fundación; Primera Orden de Hermanos Menores; Segunda
Orden de Clarisas; y Tercera Orden de laicos consagrados.
La fe de ambos era por tanto proverbial, entendían el mundo no solo desde
la perspectiva de las funciones que realizaron en su vida pública, sino además
iluminados por la religión y el concepto de vida eterna, o más propiamente
doblemente eterna, primero por la religión y segundo por el legado que dejaron en
las futuras generaciones.
Las versiones sobre el aspecto físico de los dos grandes próceres tienen
también cierta similitud, según Bartolomé Mitre, Belgrano era de regular estatura,
cabello rubio y sedoso, ojos grandes de color azul sombrío y de tez muy blanca y
algo sonrojada, siendo colorín en su juventud. Extrañamente según los descrito
por María Graham, el aspecto de O’Higgins era bastante similar.
En lo personal e íntimo hay también similitudes, ninguno de los dos disfrutó
en plenitud del amor, pese a conocérseles relaciones amorosas, nunca se casaron.
Las hipótesis al respecto pueden ser múltiples, encontrándose en la
bibliografía de los dos, amplias referencias en relación a ello.
Pero si buscamos en los acontecimientos que marcaron su vida, podríamos
aproximarnos a una respuesta, la que en realidad formulo más como pregunta, en
cuanto a que su consagración a la causa podría haber influido en la mencionada
soltería.
En todo caso, sus amores, al menos los conocidos, demuestran en ambos su
condición de seres humanos, sensibles a los vaivenes del amor.
En el terreno de lo intangible, encontramos en ambos también notorias
semejanzas, de trascendental importancia y de total vigencia, por cierto.
Lo primero que en este ámbito salta a la vista, es la vocación independista
que ambos poseían, aunque en forma natural estaban de alguna forma marcados
por la influencia de la Corona Española, por cuanto Belgrano desempeño diversas
funciones dentro del régimen realista, mientras que O´Higgins era hijo de uno de
los más importantes Virreyes del Perú.
Pese a lo anterior, no tuvieron duda en el momento de decidir entregarse a
la causa libertaria, siendo factores importantes en el logro de la misma.
La mencionada vocación de independencia constituye el elemento central
del accionar de ambos, ya que la visión de una patria liberada del control realista
guiaba sus pasos.
En los dos casos se da como elemento medible, en términos de su
concepción libertaria, el hecho de haber enfrentado dificultades durante el
proceso, las que en lugar de amilanarlos y de disminuir sus convicciones, solo le
sirvieron como un nuevo y poderoso incentivo, demostrando una resiliencia
notable, propia habitualmente de los grandes hombres.
Poseían ambos una visión adelantada a su época, siendo de esos escasos
seres humanos que, no solo comprenden los procesos que se encuentran en
desarrollo en la época que les correspondió vivir, sino, además, entienden hacia
donde deben guiar sus pasos los países para llegar al futuro deseable o necesario,
según como se analice.
Sus acciones estaban guiadas por la necesidad de obtener un futuro mejor
para sus respectivas patrias.
Visualizar el futuro en términos de levantar escenarios que orienten el
presente no es tarea fácil, ya que los factores involucrados, son habitualmente
complejos.
Una revolución libertaria, como las vividas en nuestros países, requerían no
solo de una correcta ejecución, sin que, en forma mucho más importante, de una
visión de futuro que permitiera saber hacia donde ir y que buscar.
Parte importante de los basamentos que dieron vida a los nuevos estados
nacieron de sus concepciones, logrando proyectarlas al presente dando forma a lo
que somos.
En lo netamente militar, además de su proverbial entrega y capacidad de
sacrificio, poseían una virtud capital desde el punto de vista castrense, la que se
puede definir como el ejemplo y la entrega personal, al hacer carne ese viejo y
sabio adagio que dice; “la palabra empuja, el ejemplo arrastra”, virtud sin la
cual no se entendería porque eran queridos y respetados por su tropa.
Por otra parte, hay muchas definiciones que calzan con lo que debe ser un
militar, pero en cualquiera de ellas debería haber un aspecto común, en cuanto a
que debe ser uno de sus atributos la valentía, entendida como el simple pero
trascendental hecho de superar el temor, algo natural por lo demás.
El accionar militar de ambos da cuenta de dos valientes, que, inspirados por
el amor patrio, expusieron cuantas veces fue necesario su vida, en procura de
obtener la libertad.
La consagración que en vida ambos hicieron a la causa es notable, superior
a los mezquinos propósitos de algunos de sus contemporáneos, que no
entendieron, o no quisieron entender, que por sobre los propios intereses hay
valores anteriores y superiores a cada ser humano, especialmente cuando se trata
de la libertad.
El alfa y el omega de sus vidas, el principio y el fin de su existencia, siempre
estuvo más allá de lo mundano, de lo únicamente material, los valores, los
principios y los ideales fueron sus verdaderos tesoros, los que cultivaron, pero por
sobre todo irradiaron a su entorno.
Hombres como ellos enfrentados a tiempos difíciles, no tienen duda en
sacrificarse, perciben que lo trascendente está más allá de si mismos y que son en
consecuencia un medio para obtener la libertad.
Al abandonar esta tierra, los dos a través de sus últimas palabras,
demostraron que habían servido a un interés superior, más allá de si mismos y de
sus justas aspiraciones personales.
Belgrano al musitar ¡Hay Patria mía!, dejaba constancia para la
posterioridad que, junto a su último aliento, estaba su país, la Argentina que tanto
amaba, por la cual tanto se había sacrificado y a la que quería seguir sirviendo,
incluso desde el más allá.
O’Higgins, lejos de su Patria se preocupaba por ella, su mente al acercarse
el fin de sus días se ilusionaba por el progreso y bienestar del país y por su
consolidación territorial.
Magallanes,
Magallanes, palabras repetidas que enigmáticamente en una
primera mirada, buscaban llamar la atención sobre dicho austral territorial, pero
eran en realidad una súplica para que las autoridades chilenas, tomaran posesión
del estrecho homónimo, tal como lo había pedido por cartas en reiteradas
oportunidades.
Pero las similitudes continúan, los dos colocaron como eje central de sus
existencias la libertad de sus países por sobre su bienestar material, lo que implicó
que no solo perdieran su fortuna personal, sino además llegaran al fin de sus días
en una notoria pobreza.
Belgrano murió sin recurso económico alguno, llegando como es sabido a
regalarle a su médico un reloj, como única forma de pago a sus servicios, mientras que Bernardo rodeado de deudas al morir en Lima, había perdido sus
bienes, específicamente la Hacienda Las Canteras, una de las más prosperas del
sur chileno.
La pérdida de lo material no fue un factor que los afectó solo a ellos, en su
entorno familiar debieron también enfrentar sus consecuencias, pese a lo cual se
mantuvieron fieles y leales a su lado, sin reproche alguno.
Pero no puedo terminar mis palabras, sin referirme a lo que creo es el
principal legado de los dos próceres mencionados, que supera con mucho sus
importantes obras materiales.
Me refiero al hecho de inculcarnos la real importancia del concepto Patria,
el que como sabemos es la base sobre la cual se han estructurado nuestras
respectivas naciones.
La Patria entendida bajo la visión belgraniana y o´higginiana, es el sustrato
básico del cual se nutren los países para dar estructura al concepto de estado
nación.
Sin ella nada tiene sentido, ya que es en sí misma un valor intangible, que se
relaciona con nuestro pasado, nuestras tradiciones y nuestros valores más básicos
y profundos.
La Patria es la inspiración suprema en el preciso momento en que se está
dispuesto a entregar la vida por ella, como lo han hecho nuestros antepasados, al
luchar por la independencia de esta querida América morena.
Al legarnos y enseñarnos con sus acciones, reflejadas en una vida
extraordinaria y en una obra sobresaliente, nos señalaron el camino que permite
transitar hacia una Patria que, siendo madre y por tanto protectora, nos cobija en
su seno.
La defensa de lo que representa la Patria y sus superiores valores, han
implicado a lo largo de neutras respectivas historias, que muchos de sus hijos, la
hayan defendido en diversas oportunidades, cuando los vientos de graves
conflictos han implicado como único camino para superarlos el sacrificio.
Agradezco nuevamente en lo que vale el gesto que he recibido de parte de
la Academia Belgraniana de la República Argentina, el que compromete no solo
mi gratitud, sino además y fundamentalmente, mi lealtad.
Unido al agradecimiento anterior, formulo y declaro públicamente mi
compromiso con la Academia que hoy me recibe, fundamentalmente con su
objetivo, consistente en estudiar y divulgar las ideas y hechos del general Manuel
Belgrano desde el más alto nivel intelectual, como también el glorioso tiempo de
la independencia americana, objetivo que desde ya hago mío.
Creo profundamente, que la historia debe tener un lugar de importancia en
el accionar de las naciones, pese a las dificultades para mantenerla viva, las que
enumeré al principio de estas líneas.
Me refiero como viva, al hecho de traerla al presente para estudiarla,
interpretarla y obtener experiencias, que puedan proyectarse al futuro.
Ahora bien, la historia, en términos de su difusión, acciona muchas veces
como una gota de agua sobre una piedra, al ser percibida por muchas personas
como un elemento que no logra ningún objetivo con su accionar.
Pero al igual que la gota, la importancia de su difusión está en el hecho de
ser constantes, en mantener la difusión de su mensaje en forma permanente, sin
importar en dicho proceso el tiempo, ya que el inmediatismo es para los
historiadores su principal enemigo.
La historia es en cierta forma evolutiva, al tener acceso a nuevas fuentes
primarias pasadas por alto o no descubiertas en su momento, lo que no implica
asumir que debe ser reescrita como algunos pretenden.
Nuestros próceres y las acciones que desarrollaron están inmutablemente
presentes y continuaran siendo fuentes inspiradoras.
La historia nos une, la historia nos proyecta y, por cierto, la historia nos
recuerda quienes somos y de donde venimos.