MANUEL BELGRANO
UN CLARO EJEMPLO PARA LOS JÓVENES DEL PAIS
QUE SOÑÓ
Discurso del Señor Presidente de la Academia Belgraniana
de la República Argentina pronunciado el martes 26 de septiembre de 2023 ante
la Comunidad Educativa del Centro de Formación Profesional Nro. 10 “San Juan
Pablo IIº” de la Ciudad de Mar del Plata
Estimados compatriotas:
Cuando pensamos en los próceres, inmediatamente asociamos
su figura a la iconografía que los representan en sus etapas de gloria, aquellas
que hemos visto en la ilustración de libros, enciclopedias, en las búsquedas
virtuales, en los monumentos en la vía pública y hasta en billetes de nuestra
moneda nacional; pero son más que un tributo nacional icónico, ellos fueron
personas de carne y hueso que al igual que nosotros vivenciaron anhelos y
esperanzas, fracasos y miedos, logros y triunfos, amores y envidias.
Fueron personas que eligieron dejar huellas en el sendero
de su vida, trazando una meta movilizadora para su ser. Insertos en una
familia, tuvieron amigos y compañeros de ruta y, en algún momento de sus vidas,
decidieron qué y dónde estudiar y formarse. Tal cual nos sucedió, sucede o
sucederá a nosotros.
Esta faceta humana es la que quiere rescatar la Academia Belgraniana de Manuel Belgrano,
indubitablemente el hombre que en su época fue el más culto del Río de La
Plata.
En su autobiografía podemos conocerlo y leer cuando se
refiere a su Padre que: "Me
proporcionó la enseñanza de las primeras letras, la gramática latina, filosofía
y algo de teología en el mismo Buenos Aires". "Sucesivamente me mandó
a España a seguir Leyes, y allí estudié en Salamanca. Me gradué en Valladolid,
continué en Madrid y me recibí de abogado en la Cancillería de
Valladolid".
Aquí el primer rasgo de la actitud movilizadora de don
Manuel, he aquí su don de gente: es agradecido con sus padres por todo cuanto
le han brindado y por los puentes que han trazado para que se instruyera y
educara convenientemente. Siempre alguien hace algo por nosotros sin que nos
demos cuenta.
Desde temprana edad se mostró interesado por el saber y durante su juventud
nada le preocupó más que conocer las ideas en boga, pero no para guardárselas
para sí mismo sino para trasmitirlas. Yace
aquí otro rasgo distintivo de su persona, su generosidad.
Lo bautizaron con el apodo de “Doctor Buñuelos”, calificativo que se le impuso porque era de un
excelente aspecto exterior, con un interior lleno de ideas. Esas ideas serán su
guía y horizonte, aunque lamentablemente muchas de ellas no pudieron ser
concretadas.
Sus primeros pasos en el saber los tuvo en su casa, no
había jardines de infantes en aquella época, sus padres y sus hermanos mayores
lo guiaron en el saber ser y estar; luego a los 7 u 8 años como era costumbre
en aquel tiempo Belgrano llega a la Escuela Parroquial de los Padres Dominicos ubicada
en la esquina de su casa y recibe allí la primera formación formal para, posteriormente, ingresar en el Real Colegio de
San Carlos. Ya adolescente recibió una sólida aptitud que fueron base para
llegar a perfeccionase en España más precisamente en las Universidades de
Salamanca y Valladolid.
En sus primeras letras fue su maestro fray José Matías
Guillermo del Rosario de Zemborain, quien junto a otros destacados dominicos
formaron el temple del adolescente Manuel. La cercanía con la Orden de los
Predicadores y su avidez por nutrirse de lo nuevo lo convirtió en un joven
poseedor de una gran formación filosófica y política.
Aprendió idiomas, realizó traducciones de libros, y
participó de tertulias en donde se debatían los temas más actuales de la época.
Es decir: buscó luz y conocimiento más allá de lo que los claustros académicos
le brindaban. Moraba en él la concepción superadora de la vida.
Así, el Hijo Pródigo de Buenos Aires, se convirtió en el
primer Ilustrado del Río de La Plata, presentándose como un liberal
revolucionario, con un bagaje de ideas netamente innovadoras que transformarían
la vida de sus compatriotas.
En su secundario, a la edad de 14 años, Belgrano ya tenía
estudios de lógica, física, metafísica, ética y moral, filosofía, latín y
literatura, según los pensum- es decir: el plan de estudios- de entonces.
Destaca en esta etapa su profesor, el sacerdote y educador de la Orden de los Predicadores,
Luis José de Chorroarín quien fuera
denominado el “padre” o el “maestro” de la Generación de Mayo. El mismo que en
1818 ya como diputado solicitada al Congreso reunido en Buenos Aires se le
agregase un sol a la Bandera creada por quien fuera su alumno.
Todo esto sucedía en su tierra natal, en aquella gran
aldea que era Buenos Aires; pero llegaba la hora de continuar sus estudios; tal
cual nos sucede muchas veces a nosotros que debemos viajar y hasta radicarnos
en otros lugares, conocer nueva gente y cultura para así poder progresar y
estudiar. Los caminos que tenía el Creador de la Bandera eran o bien radicarse
en Córdoba, o en la Real Universidad de San Felipe en la Capitanía General de
Chile, o quizás estudiar en Europa. Adoptó esta última opción.
A mediados de 1786, Manuel Belgrano con apenas dieciséis
años de edad, se embarcó en compañía de su hermano menor Francisco de 14 años rumbo
a la Metrópoli española, semanas llevaba la travesía por lo que seguramente
aquel adolescente estaría embargado de cintos de preguntas con pocas
respuestas. Pero su propósito: estudiar, se mantuvo inmutable aunque no le
resultara fácil al principio, dado que con el motivo de formarse en comercio
termina estudiando Derecho en la Universidad de Salamanca. Su Padre el
comerciante Domingo Belgrano Pérez en su pedido de autorización al virrey
Loreto expresa: “para que se instruyan en
el comercio, se matriculen en él y se regresen con mercaderías a estos reinos”.
Permaneció el joven Manuel en la Península entre 1786 y
1793, y sufrió privaciones y estrecheces económicas que formaron su
temperamento, pero no desaprovechó ninguna instancia positiva que Dios, la vida
y su destino le ponían en su camino.
Supo ser activo en su propia formación, no esperó nada
gratuitamente. Supo ganarse el lugar que para sí quería.
A la edad de 19 años, el 23 de enero de 1789, según reza
un certificado firmado por el rector de la Universidad de Valladolid, el Dr.
Hugarte, y los examinadores, los Dres. Samorano y Guerra; Belgrano solicitó,
por un lado, el reconocimiento de los estudios realizados en la Universidad de
Oviedo y prestó juramento de obediencia para matricularse en dicha universidad,
y además, peticionó posteriormente se le autorizase a rendir examen de
Bachiller en Leyes, lo cual fue concedido.
De esa forma, se presentó ante la mesa examinadora, el 28
de enero, mesa que estaba integrada por el decano de la Facultad de Leyes y los
Dres. Manuel de Junto, Tomás Moyano y Manuel de León Santos, exponiendo el tema
“Quibus Modis reconstritur” (que
traducido se leería “De esta manera se reconstituye”). Hablar en latín no era
una excentricidad, las clases de los profesores y las ponencias de los alumnos
se hacían en ese idioma. Y no es un tema menor detenerse en ese título, quizás
ya habían echado profunda raíz sus ideas que vuelca en un propósito:
constituyendo de nuevo las cosas, devolviendo salud, fortaleza y vigor al
futuro.
Una vez aprobado el examen correspondiente se le otorgó
el título de Bachiller en Leyes. De ese modo, Belgrano completaba sus estudios;
“graduándose como Bachiller en Leyes, con
medalla de oro, dedicando especial atención a la economía política, para luego
realizar las pasantías correspondientes”. (Mitre 1947: p.138).
Por fin, el 31 de enero de 1789, recibido el certificado
de Bachiller en Leyes, Belgrano parte con destino a Madrid. Preparado se
presenta en la Cancillería de Valladolid, donde rinde y aprueba el examen de
abogado ante la Audiencia de esta última ciudad para obtener el título
correspondiente el 6 de febrero de 1793. Al momento de su graduación, Belgrano
tenía apenas 23 años de edad.
Es Belgrano un ejemplo de tesón, de un espíritu inquieto
y superador de su propia existencia, un modelo de don de gentes, cualidad que
no es una leyenda urbana sino palpable manifestación de un don divino, de un
algo más que les permite ser único.
Manuel Belgrano contó con carisma, simpatía y empatía por
los demás a las que unió las virtudes capitales de resiliencia, asertividad e
inteligencia emocional sumando extrema humildad a su capacidad de trabajo y
entrega.
El precursor y pionero de la educación popular argentina,
el guía y faro en el arte de la
convivencia y artífice también del protocolo de este país y del ceremonial que
atañe a sus ciudadanos, el promotor de la igualdad del hombre y
la mujer, y el fundador de las Academias de Náutica, Dibujo y Matemáticas nos legó
para siempre sus valores: sentimiento de Patria, humildad, coraje, deseo de
libertad y compromiso.
Hoy la Bandera que nos dejara como sublime Enseña es
donada a esta Casa de Formación con el deseo que su paño blanco y celeste
cobije vuestros días y sea representación permanente de la gloria de la Patria
independiente y libre que anhelaba su Creador. Un Manuel Belgrano que un día
expresara las siguientes palabras que hago mía como humilde educador: “Un pueblo culto nunca puede ser
esclavizado".
Gloria a Belgrano, un claro ejemplo para los jóvenes del
país que soñó
Gloria a Belgrano, creador de nuestra enseña, prócer
ilustre y virtuoso americano
Gloría a Belgrano, el precursor y pionero de la educación
popular argentina
Muchas gracias.
Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro