¿Quién fue Jean Adam Graaner?
El agente sueco que participó
durante el Congreso de Tucumán en 1816
Por el Sr. Ernesto Martinchuk
Académico de Número
El 24 de noviembre de 1819, a los
37 años, en un navío británico a la altura del Cabo Buena Esperanza fallecía
Jean Adam Graaner. Unos años después, en Santa Elena también moría otro enemigo
de los ingleses: Napoleón. También Mariano Moreno murió en marzo de 1811 en
alta mar, durante un viaje a Inglaterra en misión diplomática. Pero, ¿Quién era
este personaje llegado misteriosamente a Buenos Aires y el único extranjero que
participó en las deliberaciones del Congreso de Tucumán en 1816?
Los pocos datos que existen es
que, Jean Adam Graaner (1782-1819) fue un oficial de la marina de sueca que se
destacó en la guerra ruso-sueca entre 1808 y 1809. Luego se trasladó de la
marina al ejército y participó en la primera campaña en Alemania contra
Napoleón. También luchó contra los noruegos. En 1815 alcanzó el grado de
capitán del Estado Mayor y más tarde ascendió a Mayor. Era un oficial de vasta
cultura y un muy buen observador. Dominaba varios idiomas, pero la geografía y
la historia fueron sus materias favoritas, aunque no ignoró la economía. Su
curiosidad lo llevó a especializarse en la minería.
Graaner realizó entre los años
1816 y 1819 dos viajes al Río de la Plata. Su llegada fue un tanto misteriosa,
se produce después de la caída de Napoleón y cuando la Santa Alianza, Prusia,
Austria y Rusia, pretendían intervenir en la recuperación de las colonias
hispanas y cuando existía una rivalidad geopolítica entre Inglaterra y Rusia.
La primera pretendía una supremacía marítima y un equilibrio de las llamadas
potencias continentales. Por su parte, Rusia basaba su acción geopolítica en su
supremacía continental y el equilibrio de las potencias marítimas como
Inglaterra, España y Francia.
El Congreso de Viena (1814-1815)
trató el proceso de recuperación por parte de Fernando VII de sus colonias, lo
que en cierto modo fue impedido por Inglaterra, dado que la emancipación de las
mismas le había abierto un fabuloso mercado para cubrir su producción
manufacturera y los negocios comerciales. Según algunos historiadores existió
la idea del envío de una fuerza expedicionaria rusa con cien mil hombres, pero
todo fue desbaratado por la habilidad diplomática y las actividades de los
agentes de la corte de Saint-James. Por otra parte, en 1816, salvo las
Provincias Unidas del Plata, todas estaban dominadas por los realistas de
Fernando VII. Chile derrotada, Perú parte de la reconquista realista, Colombia
y Venezuela dominadas por el general Morillo y Bolívar radicado en Jamaica.
A todo esto, Jean Baptiste
Bernadotte (1763-1844) estaba sujeto a la política del zar Alejando I
-verdadero triunfador en el Congreso de Viena- por cuanto su candidatura al
trono de Suecia (fue el príncipe heredero de 1810 a 1818) dependía de lo que
resolviera la Santa Alianza, donde el ruso tenía mucho peso. Graaner era un
agente directo de Bernadotte, pero indirectamente, también, del zar Alejandro
I, quien observaba todo lo que sucedía en el Río de la Plata con suma atención.
Horas decisivas
Es importante recordar que la situación de nuestras provincias no era muy satisfactoria y las deliberaciones llevadas a cabo en Tucumán eran decisivas, dado que uno de los puntos a tratar por el Congreso de Tucumán era la forma de gobierno con el objetivo de obtener unidad, tanto política como territorial. En aquellos días la lucha estaba polarizada entre federalistas y centralistas. La situación europea convenció a Manuel Belgrano que lo mejor para la causa americana era la formación de una monarquía parlamentaria, de esa forma nuevamente, como en 1809, junto a la Infanta Carlota, el creador de la Bandera ocupara un rol importante, junto con José de San Martín y Martín Miguel de Güemes, cuyas opiniones eran de suma importancia, dentro de las filas del monarquismo.
El primero que trata el problema
es precisamente Manuel Belgrano en la célebre reunión días antes de la
Declaración de la Independencia y donde expone la necesidad de instalar una
monarquía constitucional o temperada, al estilo inglés, designando como casa
reinante a un descendiente de los incas. Belgrano sostenía esta tesis
fundamentada en dos razones:
Se realizaba un acto de justicia
y se participaba de la idea de la legitimidad del poder, idea vigente en
aquellos momentos por toda Europa proclamada, además, por la Santa Alianza.
Esta restauración, desde el punto de vista de la estrategia militar,
significaba la sublevación general de toda la población indígena, en especial
en el Alto Perú, donde anteriormente se había producido la sublevación de
Pucamahua. Por otra parte, debemos recordar el buen trato y la diplomacia con
que Belgrano trataba a los distintos caciques.
Belgrano presenta la propuesta de
la monarquía incaica ante el Congreso que estaba formado por 40 (cuarenta)
diputados. Por sus lugares de nacimiento estaba representada toda América del
Sur. La crónica aporta los siguientes números: Tupiza y Oruro (Alto Perú),
Lima, Chuquisaca (2); Mizque, Cochabamba, Jujuy (2), Salta (4), Tucumán (2), La
Rioja, Santiago del Estero (2), Córdoba (5), San Juan, Mendoza (2) y Buenos
Aires (4). La mayoría de ellos eran hombres universitarios (14 sacerdotes, 18
abogados). Sólo dos de ellos habían estudiado en Europa y 33 en universidades
americanas: Universidad de Córdoba (17), Charcas (8), Chuquisaca (3), Lima (1),
Universidad de Chile (4).
De haberse puesto en práctica
esta idea se hubiera incorporado el virreinato del Perú. Todo se hubiera
transformado en una derrota militar, para España en poco tiempo, especialmente
en Perú, donde los generales hispanos centralizaban sus actividades y la última
batalla contra los realistas fue Ayacucho.
De esto se deduce que el
“porteñismo” quedaba diluido en aquel Congreso. Aclaremos que con “porteñismo”
nos referimos al grupo conformado por los representantes de Buenos Aires que
bregaban por mantener la hegemonía y centralidad de esta ciudad sobre el resto
del país, -conflicto que luego se repite entre Unitarios y Federales, aún
vigente en nuestros días- en oposición a los demás diputados que se plegaron al
“plan Cuzco”; es decir, al traslado de la capital a esa ciudad peruana, tal
como originalmente lo proponía Belgrano.
A pesar de que la mayoría de los
diputados apoyaron la propuesta de Belgrano, quien propuso a Juan Bautista
Túpac Amaru, -hermano de José Gabriel Túpac Amaru, líder de la rebelión
indígena en el siglo XVIII, que había pasado muchos años preso en España- como
candidato para ser coronado como rey de las Provincias Unidas del Río de la
Plata. El sector de diputados que no estaba de acuerdo con el “plan Cuzco”-en
su mayoría los diputados porteños- debían defender la ciudad puerto y su
hegemonía mercantil, foco de la contra-unidad americana de la burguesía
mercantil, que logró pasar a sesiones secretas la discusión.
Belgrano buscaba con esta fórmula
la fortificación del orden interno y el aumento del poder militar para poder
enfrentar a las potencias extranjeras en una situación de ventaja y asegurar
una fortaleza interna en las divisiones que imperaban en esos momentos. Todo el
pensamiento de Manuel Belgrano nos aporta conceptos y valores cada vez más
vigentes en nuestros días para reflexionar, sobre nuestra realidad política,
económica, cultural y educativa…
Algunos historiadores coinciden
en que esta situación hizo que los opositores a la propuesta de Belgrano
ganarán tiempo para desprestigiar el proyecto desde la prensa porteña y se
burlaban diciendo que “al rey patas sucias habría que buscarlo en alguna
pulpería o taberna del altiplano”.
La idea de la monarquía incaica
fue rechazada de plano por Fray Justo Santa María de Oro y Tomás Manuel de
Anchorena, a quién algunos acusan de favorecer la política inglesa que buscaba
el puerto de Buenos Aires como “cabeza de puente” para extender su geopolítica
sobre las jóvenes provincias del Río de la Plata. Más adelante, en una carta
dirigida en diciembre de 1846 a su pariente Juan Manuel de Rosas, Anchorena le
explica cómo se maniobró diplomáticamente para lograr rechazar la idea de
Belgrano.
Pero volvamos nuevamente sobre
los pasos de nuestro personaje Juan Adán Graaner, quién realizó dos viajes al
Río de la Plata, uno en 1816 y otro en 1819. Su llegada fue un tanto
misteriosa, pero debió tener muy buenas recomendaciones dado que, poco después
de su arribo, mantuvo contacto con los principales referentes de la vida
política del gobierno. Sobre este viaje el agente sueco nos ha dejado una
descripción y agudas reflexiones dignas de un corresponsal, que en 1949 vieron
la luz en la obra editada por El Ateneo en “Las Provincias del Río de la Plata
en 1816” (134 páginas), con prólogo de Axel Paulin -ex encargado de negocios de
Suecia en Buenos Aires y Santiago de Chile- y traducción de Luis Busaniche, del
que fueron extraídas distintas partes del texto de esta crónica.
A las pocas semanas de llegar al
puerto de Buenos Aires, Graaner viaja a Tucumán y se acercó a Martín de
Pueyrredón, marcando una estrecha relación personal con significación política.
Graaner sigue los pasos de
Pueyrredón hasta Buenos Aires y cambia opiniones con el Director Supremo sobre
la situación del flamante Estado. Con una carta diplomática de Pueyrredón, se
embarca para Suecia vía Río de Janeiro. Lleva en su cartera el primer documento
oficial argentino dirigido a una nación extranjera.
Entrega al presidente Illia
En una ceremonia realizada el 25 de septiembre de 1966 en la Casa de Gobierno, le fue entregado al Presidente de la Nación, Arturo Illia, como un homenaje al 150 aniversario de la independencia, ese documento fechado el 18 de septiembre de 1816, suscripto por el brigadier general Juan Martín de Pueyrredón, remitido a la corte de Suecia donde daba cuenta de la declaración de la independencia.
De izquierda a derecha el
embajador de Suecia, doctor Osten Ludberg (2); el presidente de la Nación,
doctor Arturo U. Illia (3), leyendo el documento y el embajador argentino en
aquel país, doctor Mario Giordano Echegoyen (4). Foto AGN
El texto del documento es el
siguiente con su ortografía original:
“Las Provincias del Río de la Plata acaban de constituirse independientes de su antigua Metrópoli, del Rey de España, y de sus supresores por Declaración solemne de sus Representantes Nacionales. Todos los pueblos la han recibido con el mayor entusiasmo, y están dispuestos a no renunciar sacrificio de cualquier género por conservar unos derechos consagrados por la Justicia en la causa que pleitean, y por las ventajas gloriosas que han adquirido sobre los opresores implacables de su libertad. El oficial Mr. T. A. Graner Vasallo de V.A.R. que ha visitado estos Países hasta el interior, podrá testificar de estas disposiciones, y yo he querido aprovechar la oportunidad de su regreso a esa corte, para ofrecer a V.A.R. mis particulares respetos, los que le tributan estas Provincias que tengo el honor de mandar, manifestando al mismo tiempo quan satisfactorio sería para ellas que reconociendo V.A.R. el nuebo rango en que han creído deber considerarse, se hiciese asequible el entablecer relaciones comerciales baxo las bases que se juzgaren convenientes y cualesquiera otras del recíproco interés de ambas Naciones. Al mismo tiempo no puedo excusarme en exponer a V.A.R. que la conducta del referido Mr. Graaner en este País ha merecido el aprecio y la distinción de todos estos habitantes, y que llebe consigo este informe que le recomiende de su augusto Príncipe.
Tenga V.A.R. la bondad de aceptar los sentimientos y alta consideración que con este motibo logro poder ofrecer a V.A.R. y de proporcionare algún día el distinguido honor de acreditárselos.
Buenos Aires, septiembre de 1816
Juan Martín de Pueyrredón
Al Serenísimo Príncipe de la
Corte de Suecia”.
La estadía de Graaner en Brasil
no es inútil dado que también observa la situación política y el carácter de
los brasileños en relación a los acontecimientos del Río de la Plata. Graaner
llega a Estocolmo en mayo de 1817 con un informe redactado en francés para el
príncipe Bernadotte, -quién todavía no dominaba el sueco- y agregó verbalmente
algunas informaciones de importancia que no correspondía llevar al papel,
conociendo la red de espionaje montada por los ingleses en todos los centros
diplomáticos. Bernadotte se muestra impresionado por el informe y envía a
Graaner nuevamente al Río de la Plata como delegado oficial, con la misión de
establecer relaciones diplomáticas entre Suecia y las Provincias Unidas.
Ya en Buenos Aires Graaner agrega
a su agenda de contactos figuras como el general San Martín, quien llegaba de
sus triunfos militares en Chile. Precisamente en su diario personal, Graaner
relata que era invitado con frecuencia por el suegro de San Martín, don Antonio
Escalada, el mejor contacto para conocer a fondo y de primera línea, distintos
aspectos del militar argentino.
El sueco era un hombre, además
culto, curioso, con muchos deseos de conocer esta geografía y los lugares donde
debía cumplir su importante misión. Con varias cartas de recomendación de San
Martín visitó a los gobernadores de San Luis y Mendoza. En pleno invierno de
1818 atravesó los Andes nevados, rumbo a Chile; vivió distintas aventuras, pero
logró llegar sano y salvo a la capital chilena, y reunirse con Bernardo
O´Higgins, con quién no tardó en simpatizar. Recorrió Chile de punta a punta
interiorizándose, -dado que era su especialidad- en las regiones mineras.
Mediante una negociación logró el otorgamiento de una concesión para la explotación
de unas minas. Pero, por alguna extraña razón, cuando sólo había transcurrido
uno de los tres años en los que había calculado su misión, Graaner partió, vía
Pacífico, rumbo a Suecia. Navegando por un mar con escasos mapas, dos veces
estuvo a punto de naufragar entre los atolones. Descubrió con sus acompañantes
varias islas nunca visitadas, se enfrentó con indígenas antropófagos, sufrió
sed, hambre y junto con sus acompañantes, aguanto innumerables penurias. Cuatro
meses y medio pasaron de su salida de Valparaíso para que el agente sueco
llegara a la desembocadura del Río Ganges. Tantas penurias resintieron su salud
que ya venía deteriorándose desde hacía más de un año. Estando en Calcuta pensó
en tomar la ruta Persia, Turquía, Rusia y llegar a Suecia. Pero, por motivos
aún desconocidos, cambió su itinerario, seguramente al advertir que los agentes
británicos lo venían siguiendo cambió de ruta embarcándose en un navío inglés
con destino a Londres.
¿Por qué decidió cambiar de ruta?
Hasta el momento es un tema desconocido. Tal vez aparezca con el tiempo, algún
escrito aún no encontrado. Lo cierto es que Graaner falleció el 24 de noviembre
de 1819 a la altura del Cabo Buena Esperanza en el navío británico en el que se
había embarcado…
El informe de Graaner
Dice Graaner en su informe a
Bernadotte: “Espero que me valdrá como excusa, por las imperfecciones del
ensayo y particularmente por el mapa adjunto, el hecho de que —me apresuro a
manifestarlo— ambos han sido ejecutados en el Océano Atlántico sin el auxilio
de un diccionario y sin los instrumentos necesarios para dibujar la carta,
durante mi viaje desde el Brasil a Suecia, a bordo del barco más pequeño que,
según parece, haya pasado del trópico austral por las costas del Báltico, desde
que fue descubierto el Nuevo Mundo”.
Graaner dibuja ríos, montañas,
sitios de interés y el camino de 50 y tantas postas desde el Río de la Plata
hasta el Alto Perú, agregando en inglés –otro de los idiomas que dominaba-
descriptivas semblanzas de las tierras que iba visitando en su viaje en coche,
acompañado por el criado sueco. Rico en detalles, el inédito mapa de hasta hoy
anónimo autor nos muestra la visión del extranjero sobre las gentes y lugares
con una calidez de trato no habitual en los diarios de viajeros. Se nota en el
sueco el cariño que le provocaron estas tierras.
Sus apuntes de viaje detallan
lugares, flora y fauna, pero también son una ventana abierta a la cultura de
los rioplatenses, en el amanecer de una nueva nación. Ese mapa esta construido
con dos hojas adheridas de manera irregular, cuyas medidas son 144 x 67 cm,
pegadas sobre un fondo de tela. Se halla algo dañado, con algunos bordes
estropeados y manchas de barniz en el reverso. El propio Busaniche escribía en
1949: “El mapa adjunto… En la copia que me ha servido para esta traducción no
figura ningún mapa. Es de creer que no se encuentra en el archivo donde está
depositado el informe de Graaner”.
Decía que a las “praderas altas”
tucumanas, “se mandan, en tropas, cantidad de excelentes caballos y mulas que
se venden en el Perú”. Añadía que “por sobre estos campos, se ve planear en
gran número esos pájaros famosos considerados como los mayores de su especie,
que llaman en lengua de Cuzco ´cuntur’, y en Europa ‘cóndor’. Las lagunas y
bañados están llenos de garzas, especie de cisnes, y los ríos abundan tanto en
pescado que, por ejemplo, en el río de Santiago, no se puede beber el agua
durante el mes de octubre, por el mal gusto que le produce la gran cantidad de
peces que viven en el río”.
Anotaba que “los habitantes de la
provincia de Córdoba son más industriosos que los de Tucumán”, y daba a nuestra
ciudad una población de 7.000 habitantes. Mientras en Santiago del Estero había
oído hablar “un dialecto muy dañado del español”, y en la gente del pueblo, “la
lengua del Cuzco o quichua”, advertía que, en la zona de Tucumán, “el color de
los habitantes se nota más claro, y decae la lengua quichua, hasta que en la
ciudad puede oírse un castellano puro”. Decía que San Miguel de Tucumán estaba
ubicada “en un valle delicioso, al pie de una
Ramificación de la cordillera,
rodeada por naranjos, limoneros, higueras y laureles”.
“Los criollos –dice Graaner– o
descendientes americanos de los españoles de Europa, forman la casta dominante
de esta población, si bien más o menos confundida con la raza india o con los
africanos” y hace una descripción “La política cruel e insensata de España, que
consistía en dejar vegetar en la oscuridad u la ignorancia a los súbditos
americanos para poder gobernarlos más a su arbitrio, ha sido públicamente confesada y confirmada
por varios ministros a quienes fueran confiados los asuntos del nuevo mundo.
Este sistema vergonzoso fue fielmente observado durante tres siglos y casi
todos los españoles establecidos en América lo adoptaron. Es tan sabido como
digno de recordarse que los españoles europeos descuidaron a designio la
educación de los niños nacidos en América y, más apegados a su patria de origen
que a su propia familia, no era raro que prestaran su fortuna y su crédito a
extranjeros venidos de España mientras sus propios hijos perecían en la
indigencia o en el libertinaje, provenientes del abandono desolador en que
vivían”. … Tiene nociones muy claras sobre principios de honor y de moral, es
intolerante, carece de iniciativa y sus preocupaciones no van más allá del
momento en que vive. Esclavo de sus mancebas, es mal administrador, y deudor
moroso. Le gustan con locura los juegos de azar, las intrigas amorosas, la
galantería española, el baile y la música. Rara vez encontraremos en él la
buena fe y el sentimiento de gratitud por los beneficios recibidos que
distinguen ventajosamente a los españoles del viejo mundo, pero es hombre
sobrio, más por instinto que por economía. Exento de celos es en extremo
hospitalario y en sus placeres no se advierte los vicios deshonrosos que
manchan a su vecino, el criollo del Brasil. Es valiente sin fanfarronería y
profundamente religioso. En sus maneras hay mucho de la dignidad española pero
con menos austeridad. A pesar de su ignorancia, es inteligente y susceptible.
En la Universidad de Córdoba, tanto los profesores como los estudiantes, se han
consagrado llenos de curiosidad a casi todas las ramas científicas que les
estaba prohibido cultivar antes de la Revolución. Pero faltos de buenos maestros
y de libros, y teniendo que luchar de continuo contra la ortodoxia de los jefes
de la iglesia, no pueden realizar grandes progresos. Yo obsequié a uno de los
profesores que me pareció ávido de conocimientos, un ejemplar de la “Historia
filosófica de las Indias” y lo recibió muy agradecido, pero dos días después me
lo devolvió, diciéndome que no podía tener en su poder un libro que no se
salvaría de la quema si era descubierto por los superiores del colegio”.
No se olvida de los indios: “La
mayor parte de los indios convertidos de esta parte del país, se han refugiado
durante las últimas gueras civiles más allá de los ríos de Santiago y del
Salado, en las fértiles llanuras del Chaco. Los que quedan se muestran
descuidados en extremo… Deben exceptuarse, sin embargo aquellos indios que
fueron reducidos y bautizados por los jesuitas entre los ríos Paraná y Uruguay
y sus cercanías, entre los 24 y 29 latitud meridional, y desde los 54 y los 57
de longitud occidental (de Londres)… Pero estos indios, a quienes se había
Dejado su culto, su libertad y usos
particulares (porque no pudieron ser estirpados) han permanecido bravos,
generosos, sanos y robustos. Más de una vez estos salvajes, los que se les
llama infieles se han ofrecido hasta en número de 20.000 para combatir contra
los españoles a la cabeza de los americanos y su ofrecimiento ha sido rechazado
a pretexto de dque la religión prohíbe incluir a los paganos bajo el sagrado
estandarte de los católicos”.
Graaner y su visión de los
próceres
A pesar del poco tiempo que
Graaner estuvo en estas tierras, reflejó con sagacidad algunos rasgos de
nuestros próceres, por ejemplo:
Manuel Belgrano:
“El general Belgrano –escribe en
su informe– hijo de italianos, doctor en leyes, ex secretario de la tesorería
de Buenos Aires, hombre de talento y energía, muy adicto al nuevo sistema
americano, fue designado comandante en Jefe del ejército y se desempeño bien en
esa tarea. Mantuvo una disciplina hasta entonces desconocida, ganó la batalla
de Tucumán contra el general español Tristán, a quien obligó a retirarse hasta
Salta, donde mediante marchas aceleradas lo sorprendió, lo encerró y por fin lo
obligo a capitular. Después de esto entró nuevamente en el Perú. Allí mediante
una buena disciplina, trató de reconciliar a los habitantes con sus tropas. En
lo cual tuvo éxito y toda la audiencia de Charcas estaba en vísperas de unirse
a su ejército cuando por falta atribuible a la inexperiencia, perdió la batalla
de Vilcapugio y con ella todas las ventajas y todo el crédito adquirido hasta
entonces en el Perú. Varios jefes desertaron y después de reconocer Belgrano
ingenuamente, en su parte al gobierno, que la batalla se había perdido por sus
disposiciones erróneas, fue separado del mando en que se confirmó a bajo la l
general San Martín, hijo de francés, soldado de probada valentía, de franqueza
verdaderamente militar, ciudadano virtuoso, severo en sus costumbres y en el
oráculo de sus subalternos”.
“Poco después de producida la
derrota de Belgrano… el general fue enviado a Londres en calidad de comisionado
del gobierno de Buenos Aires. Una vez allí y después de cantidad de gestiones
inútiles, llenáronle la cabeza con el proyecto de restaurar en América el
antiguo trono de los incas (probablemente bajo la protección de los ingleses).
Llegó Belgrano al congreso con esta idea, que le preocupaba por entero,
precisamente en momentos en que el congreso se ocupaba de la forma de gobierno
que podía darse a las provincias, y cuando estaban muy convencidos de las
ventajas de una monarquía constitucional o moderada. Algunos de sus miembros se
sentían muy inclinados a invitar a un príncipe joven de las dinastías que han
dejado de reinar en Europa, siempre que el príncipe fuera protegido y secundado
por alguna potencia de primer orden”.
“El general Belgrano exageraba un
poco estas deliberaciones secretas y logró persuadir a la mayor parte de la
Asamblea el restablecimiento del imperio de los incas, proyecto que a primera
vista parece noble, examinado en sus detalles, y pensando en los intereses
diversos de los habitantes, ofrece infinitos obstáculos y dificultades de que
podrían resultar para el país muchas desgracias, guerras civiles y venganzas
terribles que debilitarían sus fuerzas, facilitando con ello a los españoles la
entrada en el corazón del país, por la desunión y los celos entre indios y
criollos”.
José de San Martín:
Tuvo la oportunidad de tratarlo y dejó una
semblanza del militar:
“San Martín sirvió por algún
tiempo en la última guerra en España y en Flandes a las órdenes del Marques de
la Romana, como capitán de la Guardia Española. Por desgracia, una enfermedad
que tuvo por causa de una caída del caballo, le impidió continuar por entonces
en el mando, y este fue confiado, por desgracia todavía mayor, al general Rondeau,
recién llegado del sitio de Montevideo”.
“San Martín es un hombre de
estatura mediana, no muy fuerte, especialmente la parte inferior de su cuerpo,
es más bien débil que robusta. El color del cutis algo moreno con facciones
acentuadas y bien formadas. El óvalo de la cara alargado, los ojos grandes de
color castaño, fuertes y penetrantes como nunca he visto. Su peinado, como su
manera de ser, en general, se caracterizan por su sencillez y es de apariencia
muy militar. Habla mucho y ligero, sin dificultad o aspereza, pero se nota
cierta falta de cultura y conocimientos de fondo. Tiene un don innato para
realizar planes y combinaciones complicados. Es bastante circunspecto, tal vez
desconfiado, prueba de que conoce bien a sus compatriotas. Con los soldados,
sabe observar una conducta franca, sencilla y de camaradería. Con personas de
educación superior a la que él posee, observa una actitud reservada y evita
comprometerse. Es impaciente y rápido en sus resoluciones” … “Algo difícil de
fiarse en sus promesas, las que muchas veces hace sin intención de cumplir. No
aprecia las delicias de una buena mesa y otras comodidades de la vida, pero por
otro lado, le gusta una copa de buen vino. Trabaja mucho, pero en detalles, sin
sistema uy orden, cosas que son absolutamente necesarias en esta situación
recientemente creada. Hay motivos para reprocharle no haber actuado con energía
y aprovechado las victorias que sus tropas han ganado en Chacabuco y Maipú. Es
difícil juzgar si esto tiene su origen en falta de energía o en intrigas
políticas, demasiado complicadas para exponer aquí”. … “Sus costumbres y sus
hábitos de vida sencillos, lo han hecho sumamente popular”.
José Rondeau:
Graaner relata con detalle el
sufrimiento al que estaba sometido el soldado criollo, sus uniformes en malas
condiciones, pero sí emite una crítica a la corrupción que dominaba en cierta
oficialidad como por ejemplo el general Rondeau.
“Al general Rondeau le hice una
visita en su campamento cerca de Jujuy, a 432 leguas de Buenos Aires, en vísperas
del día en que esperaba ser atacado. Me recibió en su tienda de campaña donde
estaba instalado de una manera verdaderamente oriental, con todas las
comodidades de un serrallo (harén…). Entre multitud de mujeres de todo color,
me obsequió con dulces diciendo que en un país tan devastado y en víspera de un
día de batalla, debía excusarlo si no podía ofrecerme los placeres que pueden
encontrarse en un cuartel general en Europa. Chocado yo por la ostentación con
que trataba de exhibir su lujo amanerado, le respondí que por el contario me
sentía muy sorprendido ante todo lo que tenía delante de mí, y que recordaba
haber visto al libertador de Alemania, general en jefe de ciento veinte mil
soldados, la noche precedente a unos de sus días de triunfo, acampado sobre el
suelo húmedo, al abrigo de un molino de viento y mientras caía una lluvia
continua, en la mala estación de un clima muy diferente al del trópico austral.
Cuando Belgrano reemplazó a
Rondeau en el comando de tropas, se encontró con que cada oficial mantenía una
o varias mujeres en el campamento y que el equipaje de un subalterno ocupaba a
menudo de 30 a 36 mulas. Actualmente todo ha cambiado: cantidad de oficiales
han sido dados de baja, las mujeres y las mulas de equipaje han desaparecido de
la escena; las comedias, los bailes, y los juegos de azar han sido desterrados.
Todos esos abusos se habían dejado sentir bajo el comando del general Rondeau,
pero en las tropas del severo general San Martín no han sido nunca toleradas”.
Antonio González Balcarce:
“Al salir de la casa de O´Higgins
me fui a hacer una visita al general Balcarce, jefe interino que tuve ocasión
de conocer hace dos años en Buenos Aires siendo Director interino. Este
general, a pesar de su juventud, es un jefe lerdo, (borne) y sin energía, cuyo
mérito principal consiste en haber ganado la primera batalla sobre los
españoles en la primera campaña de 1810, en Tarija (Suipacha). Y basta de
comentarios sobre este genera que fuma y dormita…”
Su mirada sobre los agentes
británicos
“Los agentes del ministerio
inglés en América, han cambiado de conducta y de lenguaje según las
circunstancias. En 1810, cuando temían que la América Española reconociera a la
dinastía francesa, mostraron empeño en animar a las nuevas juntas establecidas
en la mayoría de las ciudades principales: por eso ahora, cuando se considera
que a despecho de todas las protestas del Consejo de Regencia de Cádiz,
comenzaron en ese año las revoluciones de Cartagena, de Caracas, de Santa Fe de
Bogotá, de Portobelo, de Quito, de Buenos Aires, de Santiago de Chile, etc.,
uno no puede menos que conjeturar que todas esas convulsiones fueron provocadas
por la misma potencia extranjera que, en secreto, ofrecía socorros, porque no
hay que imaginar que haya existido nunca suficiente armonía o inteligencia
entre esas provincias, tan aisladas unas de otras, como para concebir y
organizar de consumo el plan de una revolución general.
Por el contrario, se advierte por
hechos dignos de fe, que en cada país se ignoraba los movimientos del otro, y sin
embargo pudo observarse una semejanza sorprendente en la formación de esos
diversos gobiernos, casi todos al mismo tiempo; cuando quizás hubiera habido
razón para esperar que eso diversos estados (tan activos por sí mismos) se
hubieran dado constituciones análogas al espíritu y al carácter general de cada
región, que varía, sin duda, infinitamente desde el golfo de México hasta la
frontera de la Patagonia. Esta suposición resulta todavía más verosímil si
estamos en lo que dicen algunos documentos oficiales sobre la cuestión.
El gobernador inglés de Curazao,
al felicitar a la nueva junta de Carapas por el cambio feliz de su gobierno (en
una carta del 14-5-1810) ofrece socorros y armas, sin exigir pago alguno, exige
prerrogativas para el comercio inglés y asegura que ha despachado ya, a
propósito de ese asunto, un correo a la corte de Londres. Lord Strangford,
ministro plenipotenciario en la corte de Brasil, más fino y reservado, en carta
del 6 de junio del mismo año, aprueba francamente las sabías medidas de la
Junta de Buenos Aires para conservar la integridad de las Provincias del Río de
la Plata y declara que lamenta infinito ignorar la opinión de su corte sobre
ese punto; exhorta al mismo tiempo a la junta a deshacerse de los sospechosos
de favorecer el sistema francés y promete hacer lo posible para servir a la
causa de los americanos ante su gobierno, siempre que aquellos permanezcan
fieles a su soberano…
En una nota del 30 de septiembre,
el gobierno de Chile, con la sencillez característica de su país, interrogó a
la Junta de Buenos Aires sobre las verdaderas intenciones de los ingleses y
sobre el género de socorros que habían prometido los ingleses, porque deseaban
conseguirlos para el puerto de Valparaíso, a la posible brevedad. Pero yo no
terminaría de enumerar todas las pruebas que se tienen del vivo interés con que
los ingleses estimularon los primeros movimientos del cambio político ocurrido
en las colonias españolas.
A partir de 1813, parece que
Inglaterra, estrechamente aliada con España (cuyo comercio le resulta muy
ventajoso) ha abandonado completamente la dirección de los negocios políticos
del Nuevo Mundo, el rechazo de sus productos al que ahoga por el rechazo de sus
productos, reteniéndole fraudulentamente el oro y la plata. En Buenos Aires
residen ahora un cónsul y treinta y cuatro comerciantes ingleses (espías…?); y
siempre una fragata y una corbeta, ancladas en la rada para proteger al
comercio inglés y a sus agentes…”.
Respecto a la declaración de la
independencia, estuvo presente en la sesión del 9 de julio de 1816. “Esta
declaración fue recibida con el mayor entusiasmo, y solamente después de tal
acontecimiento ha podido advertirse actividad en las ramas de la administración
de los negocios públicos”. Tenía “la esperanza de ver algún día estas
provincias organizadas en cuerpo de nación”.
Oficio de Pueyrredón sobre el
oficial sueco Graaner (AGN)
Gracias a Graaner, poseemos una
colorida crónica de la aclamación que el pueblo tributó, a la declaración del
9, el 25 de julio, en el Campo de las Carreras. “Ese fue, narra, el día fijado
para la celebración de la independencia en la provincia de Tucumán. Un pueblo
innumerable concurrió en estos días a las inmensas llanuras de San Miguel. Más
de 5.000 milicianos de la provincia se presentaron a caballo, armados de
lanzas, sables y algunos fusiles; todos con las armas originales del país,
lazos y boleadoras”.
Lo impresionaron “las lágrimas de
alegría, los transportes de entusiasmo que se advertían por todas partes”.
Dieron a esta ceremonia “un carácter de solemnidad que se intensificó por la
feliz idea que tuvieron de reunir al pueblo sobre mismo campo de batalla donde,
cuatro años antes, las tropas del general español Tristán, fueron derrotadas
por los patriotas”. Y “allí juraron ahora, sobre la tumba misma de sus
compañeros de armas, defender con su sangre, con su fortuna y con todo lo que
fuera para ellos más precioso, la independencia de la patria”.
Agregaba que “todo se desarrolló
con un orden y una disciplina que no me esperaba. Después que el gobernador de
la Provincia (Bernabé Aráoz) dio por terminada la ceremonia, el general
Belgrano tomó la palabra y arengó al pueblo con mucha vehemencia, prometiéndole
el establecimiento de un gran imperio en la América meridional, gobernado por
los descendientes, que todavía existen en el Cuzco, de la familia imperial de
los Incas”.
El informe presentado por Graaner
está lleno de datos geográficos, conceptos sobre las personalidades y próceres
de nuestra historia, una descripción sociológica de sus habitantes y
apreciaciones sobre los agentes británicos, la política portuguesa y no podemos
ignorar que su autor sólo fue un turista curioso. Un simple viajero no hubiera
puesto tanto cuidado, como lo tuvo Graaner, por acercarse a personas y lugares
importantes. Es evidente que el sueco tenía una misión, -informar a Bernadotte,
y al zar Alejandro I- de su viaje al Río de la Plata, y la cumplió en todo
sentido…
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