jueves, 19 de diciembre de 2024

LA ESCUELA NACIONAL DE NAUTICA: otro Legado de Manuel Belgrano

 


LA ESCUELA NACIONAL DE NAUTICA: 

otro Legado de Manuel Belgrano


Por el Lic. Ricardo Garín
Consejero Académico
 
Palacio Barolo de la Ciudad de Buenos Aires
18 de diciembre de 2024


LA RAZÓN DE SU FUNDACIÓN

El pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día de Marina Mercante. Esta fecha fue elegida para tal fin, en honor al día de inicio del “primer ciclo lectivo”de la Escuela Nacional de Náutica, Fundada por Manuel Belgrano en 1799.

Agradezco a la Academia Belgraniana, por la oportunidad que nos brinda para poder exponer aspectos relevantes en la obra de nuestro prócer, desde la historia y las vivencias como egresado de la prestigiosa institución.

Comenzaré la exposición, retrotrayéndome a mis años de cadete; justamente, a la tradición en que cada año, el 25 de noviembre, rendíamos nuestro homenaje al eminente fundador de nuestra escuela, única institución en Argentina que forma a profesionales de la Marina Mercante, como Pilotos de Ultramar y Maquinistas Navales:

Ese día nos convocaban en la Basílica Nuestra Señora del Rosario con el uniforme de gala y formación marcial, de cara al imponente mausoleo donde descansan los restos de Manuel; también, se encuentran los restos de sus padres y de otros personajes relevantes como Antonio González Balcarce, Hilarión de la Quintana, José Matías Zapiola y Martin de Alzaga. Es el mismo predio donde se emplaza el convento de Santo Domingo, sito en la Av. Belgrano, a metros de la casa natal de Manuel. Allí, en esa gran explanada, nos reuníamos los casi 500 cadetes, con la impresionante escultura en el centro que incluye la humilde loza que alguna vez cubrió la tumba primigenia del General. Con este acto dábamos cumplimiento a la tradición que instauró el mismo Manuel desde los inicios de nuestra Institución. También le rendíamos honores entonando nuestra marcha, Caballeros del Mar:


"Vieja escuela argentina que formas

Caballeros del mar: El Honor

Es tu lema y el nimbo de gloria

Que Belgrano el augusto soñó.


Cadetes: ¡Adelante!

Como bravos a luchar

Por una patria fuerte como el Ande,

Por una patria libre como el mar".


El Convento de Santo Domingo, junto con la basílica, no solo albergan los restos de nuestro benefactor por voluntad de él mismo, también fue escenario de gloriosas jornadas que tuvieron lugar durante la reconquista. Esas jornadas, como veremos, también están relacionadas con la ENN.

Durante la primera invasión inglesa, el Capitán Santiago de Liniers visitó el camarín de la Virgen y le rogó su protección. A cambio prometió solemnemente que donaría las banderas que lograra arrebatar al invasor. Los ingleses al mando de Beresford fueron vencidos el 12 de agosto de 1806 y Liniers cumplió la promesa. Desde ese momento, las banderas capturadas al primer y segundo batallón del regimiento 71 de S M y de la Guarnición de Infantería de Mar, se exhiben en el interior del camarín de la Virgen junto con las banderas donadas posteriormente por Manuel capturadas a los realistas durante la campaña del Norte. Pero como un capricho del destino, un año después los ingleses intentaron apoderarse de Buenos Aires por segunda vez y se habían atrincherado en el Convento. Desde la única torre resistían a los embates de los defensores. Muchas balas de cañón disparadas por los patriotas dieron en la torre. Hoy en día pueden verse las huellas de los proyectiles que se incrustaron en la mampostería, los mismos fueron oportunamente extraídos y sus huecos rellenados con madera. Los defensores de la ciudad que participaron del combate de Santo Domingo eran los del Tercio de Cántabros Montañeses, comandados por el Capitán Pedro Andrés García. Luego de la primera invasión inglesa, en previsión de futuras incursiones, Santiago de Liniers había instado a reforzar los batallones o cuerpos milicianos agrupados según su origen. Allí resurgió el mencionado tercio de cántabros, pero también otros batallones como el Tercio de Gallegos.

El Tercio de Gallegos o Tercio de Voluntarios de Galicia fue reclutado por el Ingeniero Pedro Antonio Cerviño, que no es otro que el primer Director de la Escuela de Náutica. El Ingeniero Cerviño, oriundo de Pontevedra, completó las plazas del Tercio con estudiantes de la Escuela de Náutica, muchos de origen gallego. Nuestros colegas cadetes, entonces, combatieron con bravura en el Retiro, sin municiones, abriendo una brecha en las líneas inglesas a punta de bayonetas. Otras fuentes aseguran de que también participaron en la mencionada batalla del Convento de Santo Domingo hasta que se logró la capitulación de los ingleses.


PEDRO CERVIÑO

Natural de Campo Lameiro, Pontevedra, Galicia, nacido en 1757, fue un ingeniero militar, topógrafo, cartógrafo, editor y docente de destacada actuación en el Virreinato del Rio de la Plata. Participó activamente en las invasiones inglesas y en los sucesos de mayo. Llegó a Buenos Aires en 1774.

Ingresó como laico a la tercera orden franciscana, se incorporó como cadete al Tercio de Gallegos que ya existía en el Rio de la Plata. Pero regresó a España para continuar sus estudios militares superiores. Fue educado en la Real Academia Militar de Matemáticas y Fortificación de Barcelona, regresando a Buenos Aires como miembro de la Comisión de Límites con el Brasil.

Como vemos, se trata de un personaje polifacético. Efectuó expediciones científicas en el Chaco en busca de meteoritos metálicos. Por encargo del célebre cartógrafo y naturalista Félix de Azara, recorrió los ríos Paraná y Uruguay para evaluar su navegabilidad. Cuando Azara se marchó de la región, confió a Cerviño sus valiosos manuscritos y cartas geográficas. Hizo otros trabajos por encargo del Virrey Avilés, como un plano topográfico de Buenos Aires, del curso del arroyo Maldonado y del futuro pueblo de Ensenada.

Planificó una campaña de desarrollo de la Patagonia con la participación de los nativos. En 1798 se comenzó a relacionar con el Consulado de Comercio de Buenos Aires dirigido por Manuel. Le encargó la realización de una elevación de la Ensenada de Barragán y una carta náutica del Rio de La Plata que fue remitida a España. Tiene entre sus logros haber colaborado con el primer periódico publicado en Buenos Aires: El Telégrafo Mercantil. Pero no quedó ahí la cosa, cuando El Telégrafo fue cerrado, logró editar el Semanario de Agricultura junto a Hipólito Vieytes. Nuestra relación directa con el Ingeniero Cerviño comienza en 1799 con la fundación de la Escuela de Náutica. El cargo de Director fue adjudicado por concurso de oposición y antecedentes. Dictó cursos de geometría elemental y práctica, trigonometría, hidrografía y dibujo.

Pero su principal virtud fue haberse erigido como el primer y ferviente impulsor de la Marina Mercante en esta región.


LA FUNDACIÓN

“Una nación que deja hacer por otra una navegación que puede hacer por sí misma, compromete su futuro y el bienestar de su pueblo”. Este fue el criterio rector de Manuel para fundar la Escuela Nacional de Náutica. De su propio puño y letra creo el reglamento de funcionamiento de la escuela. Estaba convencido que la Marina Mercante era una herramienta irreemplazable pera

el progreso. Así se podía verificar con las grandes potencias navales como Inglaterra. El reglamento era revolucionario para la época, producto de su formación y de los ideales con los que se granjeó en su etapa de estudiante en España. Así fue que seleccionó al Primer Maestro, Pedro Cerviño, y como Segundo Maestro al Piloto de Ultramar Juan Alsina. Una de las premisas del reglamento original, ordena que una vez al año los Maestros Primero y Segundo, que no son otros que el Director y Subdirector, junto con todos los discípulos, o sea los cadetes, deben ir a rendir cuentas y dar gracias a Dios a los altares del Convento de Santo Domingo. Este mandato se convirtió en una tradición que se cumple hasta el día de hoy, como lo mencioné al principio.

Pero la ENN tuvo un corto recorrido en esta primera etapa por problemas internos de la administración colonial. Aunque Manuel y sus Maestros habían previsto todo: las materias a dictar, la prioridad en las matemáticas y hasta las actividades prácticas en el primer buque escuela, el Bergantín San Francisco Xavier; la creación del instituto tenía una fuerte oposición desde la metrópoli a través del Comando Naval con base en Montevideo. Nuestro Primer Maestro Pedro Cerviño se había ganado la antipatía de muchos señores importantes y de Su Majestad. Sus ideas, como las de Manuel, conspiraban contra el Status Quo de la época. Esto queda explícito en el discurso de inauguración de la ENN por parte del propio Cerviño: “El comercio que hemos hecho hasta ahora se ha limitado a muy poca cosa, comprar en Cádiz lo más barato posible y vender en América lo más caro posible. Estos hombres encaprichados, no merecen el nombre de comerciantes”.

Esos hombres encaprichados le declararon la guerra al Consulado desde adentro y desde afuera. No tardó en llegar la Real Orden del 15 de Setiembre de 1806: “Así ha resuelto S.M. que lo haga entender a VE previniéndole que desaprueba el establecimiento de la referida Escuela y los certámenes expresados, como que todo se ha verificado sin su autoridad legítima y contra su terminante soberana voluntad que siendo el Comandante de Marina de Montevideo...a quien corresponda la observancia de los prevenido en estas materias, para tales establecimientos...Y finalmente, que no aprueba SM el nombramiento de Don Pedro Antonio Cerviño...porque para ese empleo...deben erigirse pilotos de la Armada, que lo deseen supuesta aptitud conveniente”.


PORQUÉ SE CREARON LA ENN Y OTROS ESTABLECIMIENTOS EDUCATIVOS

Belgrano nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770. Su padre, Domingo Belgrano Peri, era un comerciante nacido en Imperia, Liguria. Se había trasladado oportunamente a Cádiz para desarrollar su actividad y decidió afincarse en el Rio de La Plata ya como súbdito de la corona española. Arribó en 1751 y se casó con María Josefa González Casero en 1757, proveniente de una familia tradicional de Buenos Aires con quien tuvo 16 hijos, de los cuales sobrevivieron once. Manuel era el séptimo hijo de aquella numerosa y acomodada familia y convivió, además de con su tía materna, con una pléyade de esclavos y sirvientes. Vivían en una casa a metros del Convento de Santo Domingo, actual Avenida Belgrano 430. Pero la familia disponía de otras propiedades en la ciudad y tierras en otras localidades como las actuales Caseros y Vicente López. El ahora Don Domingo Belgrano Pérez, se dedicaba al comercio de diversos productos como plata, cueros, textiles, vinos, etc.

También a la compra venta de esclavos. Manuel cursó sus estudios primarios en el Convento de los dominicos cercano a su casa. Luego estudió en el Colegio de San Carlos, actual Nacional de Buenos Aires. Posteriormente su padre los envió a él y a su hermano Francisco a España. El mandato era que se instruyan en comercio para expandir y manejar el negocio familiar. Pero Manuel se vio envuelto y seducido por el clima de época y se graduó en leyes.

Asistió a dos Universidades, la de Salamanca de 1786 a 1788, y a la de Valladolid de 1789 a 1793. Mientras estudiaba en España, ocurrieron una serie de eventos en el seno de su familia que fueron determinantes en su vida futura.

Su padre se vio envuelto en hechos de corrupción con la Aduana. Parece ser que era amigo del administrador y se lo acusaba de haber sacado ventaja de ello, ganándose el encono del Virrey. Según se deduce del Archivo General de Indias, la causa se sustenta en malversaciones, derechos Reales impagos y otras faltas en supuesta complicidad con un tal Giménez, el administrador de la Real Aduana. El acusador era el mismísimo Virrey Loreto quien ordenó, en 1788, el embargo de bienes y el arresto domiciliario de Don Domingo. La opulenta y tranquila vida de la familia se hizo añicos y llegaron las privaciones.

La vida de Manuel tomó un giro inesperado y operó un cambio definitivo en su forma de pensar. Su padre murió en 1795 como consecuencia del disgusto, y él y algunos de sus hermanos, se hicieron cargo del entuerto. Había que levantar los embargos y ordenar la posesión de los bienes y la herencia. Esto demandó todos sus conocimientos adquiridos en el Derecho y sus influencias para resolver este problema. Se vio inmerso en un laberinto burocrático y de arbitrariedades que nada tenían que ver con el bien común de la gente y sí con mantener los privilegios de cierta clase de dignatarios y comerciantes.

Esto influyó dramáticamente en su forma de pensar. La decepción que sufrió con el affaire de su padre, se trasladó inexorablemente al sistema. Tal como lo describió en el discurso de Pedro Cerviño cuando fundó la ENN, Belgrano también dejó escrito en algunas de sus tantas Memorias al Consulado, algo parecido respecto a los comerciantes: “nada saben más que su comercio monopolista, a saber, comprar por cuatro para vender por ocho, con total seguridad”.

Finalmente, Manuel logró solucionar en el Concejo de Indias el problema de su padre. Todo indicaba su inocencia. Pero indudablemente ya había anidado en él, el germen de un cambio, que no era otra cosa que la emancipación. Y este germen pudo verse reflejado en sus medidas cuando asumió como secretario perpetuo del Consulado. Estas medidas se sustentan, además de lo padecido en carne propia con lo de su padre, en un marco teórico y filosófico que fue absorbiendo en su etapa de formación en España.

Manuel llegó a Europa en vísperas de la revolución francesa y pudo tomar contacto con las ideas de Rousseau, Voltaire, Adam Smith y del fisiócrata Quesnay. Mostró particular interés en una disciplina relativamente nueva como era la Economía Política. Las monarquías venían aplicando lo que se dio en llamar mercantilismo, una doctrina económica cuya principal característica era la férrea intervención estatal, con precios, aranceles e impuestos totalmente regulados. Pero había aparecido el liberalismo con la publicación del tratado La Riqueza de las Naciones de Adam Smith de 1746. Esta teoría económica se contrapone a lo establecido. En su obra, Adam Smith habla de la capacidad que tienen las naciones de producir transformaciones a partir de la tierra y sus recursos en un marco de libertad de comercio y sin intervención estatal.

Precedente a esto, Françoise Quesnay había hecho su aporte con la Fisiocracia, que, coincidiendo con el liberalismo económico, se resumía en la frase “laissez faire”, que significa dejen hacer. La fisiocracia establece que existe una economía natural basada en la riqueza que provee la tierra. O sea, el desarrollo de la agricultura en forma libre, se constituye en la base económica de una nación. Es necesario explorar y desarrollar técnicas para potenciar la producción, como el almacenamiento y la rotación de las tierras.

Manuel abreva de todo esto, pero no adopta una posición extrema ni dogmática, más bien cree que todas esas teorías son complementarias y se forma su propio ideario. Si uno quisiera evaluar el pensamiento político y económico de Belgrano de aquella época, hay que recurrir a las memorias consulares que no son otra cosa que los informes anuales que confeccionaba cuando estaba a cargo del Consulado. Se observa una obsesión por la educación, por la formación técnica y en oficios para transformar los medios de producción de manera que la región entre en un ciclo de industrialización incipiente, que se fomente la producción de artesanías de manera de comercializar productos terminados. Estaba en contra de la preeminencia de la ganadería, actividad que consideraba poco industriosa, sin valor agregado, propiciando la dejadez y el atraso. Belgrano era muy católico y consideraba al clero como un vehículo de formación, guía y desarrollo, adjudicándole roles de docencia y capacitación en las técnicas de trabajo de la tierra y los cultivos.

Una de sus mayores preocupaciones era la agricultura. En la memoria consular de 1802 podemos observar casi un alegato industrialista: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus estados a manufacturarse, y todo su empeño en conseguir, no solo darles nueva forma, sino aun atraer las del extranjero para ejecutar lo mismo. Y después venderlas”.

En el Correo de Comercio, instaba en uno de sus artículos, a la necesidad de formar un sólido mercado interno que permita una equitativa distribución de la riqueza: “el amor a la patria y nuestras obligaciones exigen de nosotros que dirijamos nuestros cuidados y erogaciones a los objetos importantes de la agricultura y la industria por medio del comercio interno para enriquecerse, enriqueciendo a la patria porque mal puede esta salir del estado de miseria si no se da valor a los objetos de cambio y por consiguiente, lejos de hablar de utilidades, no solo ven sus capitales perdidos, sino aun el jornal que les corresponde. Solo el comercio interno es capaz de proporcionar ese valor a los predichos objetos, aumentando los capitales y con ellos el fondo de la Nación, porque buscando y facilitando los medios de darles consumo, los mantiene en un precio ventajoso, así para el creador como para el consumidor, de que resulta el aumento de los trabajos útiles, en seguida la abundancia, la comodidad y la población como una consecuencia forzosa. Incluso llego a proponer, estamos hablando de finales del siglo 18, una suerte de reforma agraria basada en la expropiación de tierras baldías para cederlas a los desposeídos”.

Los informes o memorias consulares de Belgrano, hablan más bien de sus proyectos y de lo que se debía hacer, y no tanto de la obra realizada. En la primera memoria consular que corresponde al año 1796, propone la creación de siete tipos de establecimientos educativos a saber: Escuela de Comercio, Academia de Geometría y Dibujo, Escuelas agrícolas, Escuelas de hilanzas de lana y algodón, Enseñanza primaria, gratuita y obligatoria, Escuelas para mujeres y la creación de nuestra Escuela de Náutica. Cada uno de estos ítems son perfectamente justificados, para el caso de la Escuela de Náutica escribe lo siguiente: “Es forzoso se ponga igualmente, como medio de la protección del comercio, una escuela de náutica, sin cuyos principios nadie pudiese ser patrón de lancha en este rio...La utilidad y ventaja que proporcionara este establecimiento, aun para los que no quieran seguir la carrera de la navegación, no será bien ponderada jamás, ni yo puedo hacerla ver claramente”.

Como dijimos, la Academia Náutica fue combatida por las autoridades peninsulares, y si no fue cerrada antes, fue debido a la insistencia de Manuel y del Primer maestro Pedro Cerviño a quien le negaron su salario. El mismo Cerviño se hizo cargo, además, de proveer útiles y libros de su propio bolsillo a los alumnos. Belgrano logró poner en funcionamiento la Academia de Geometría y Dibujo. En sus escritos, Manuel argumenta la necesidad del dibujo técnico para la formación de distintos oficios y profesiones, pero las autoridades también se opusieron alegando que era “un lujo” que la Corona no se podía dar en el estado de guerra en que se encontraba. Funcionaba en el mismo edificio del Consulado, pero solo permaneció poco tiempo. La preocupación por la educación fue algo que Manuel no abandonó jamás, y prueba de ello son las escuelas primarias que fue fundando durante su actuación militar posterior.

Como se dijo, la Escuela de Náutica fue desactivada por Real Orden de 1806 y fue reabierta recién en 1819. Esta segunda Escuela de Náutica se refunda por iniciativa del Piloto de Altura Antonio Castellini “para formar pilotos capaces de conducir una nave a cualquier parte del mundo”. El Director Supremo Pueyrredón autoriza su apertura. Luego de varios cierres y reaperturas y cambios de sedes, la “Escuela de Pilotos” nació en 1895 bajo la presidencia de José Evaristo Uriburu. En 1896 el PEN da por aprobado su reglamento y Plan de Estudios y se inician los cursos en un local provisorio cedido por el Ministerio de Educación.

En 1900 pasó a depender del Ministerio de Marina y en 1927, después de cambiar de variosasentamientos, se inicia la construcción del edificio definitivo que se concluye en 1946.

Por sus aulas pasaron muchos nombres ilustres como Bernardino Rivadavia.


LA MARINA MERCANTE Y LA GUERRA

Si bien nuestra formación se corresponde a una actividad civil, los marinos mercantes no han dudado en tomar las armas cuando la situación lo ha demandado. Nuestro mayor héroe naval, el Almirante Guillermo Brown, se inició en las artes del mar siendo muy joven, como grumete en un barco mercante hasta obtener su matrícula de Capitán luego de diez años de servicio en el Atlántico norte. El mencionado primer buque escuela, Bergantín San Francisco Xavier al mando de un capitán mercante, en 1801 se trabó en combate con tres buques portugueses fuertemente artillados que practicaban el contrabando en las costas del Brasil. Los buques portugueses fueron capturados y entregados a las autoridades. La Marina Mercante es una herramienta fundamental para la logística en situación de conflicto bélico. Los buques mercantes no están artillados como antaño, pero son esenciales para el suministro, el transporte de tropa, armamento, víveres, así como también para recolectar datos. Aunque no se haya difundido para el gran público, durante el conflicto del Atlántico sur se vieron involucrados 5 transportes Navales de la Armada, 24 buques cargueros de ELMA (Empresa Líneas Marítimas Argentinas), 1 carguero de empresa armadora privada, 6 buques tanque de YPF, 3 buques de YCF (Yacimientos Carboníferos Fiscales), 2 barcos auxiliares de empresas privadas, 13 pesqueros de altura y el Buque Escuela Piloto Alsina de la ENN. Un total de 55 buques mercantes. Durante el conflicto, yo estaba embarcado como Pilotín en el Buque Rio Calchaquí de ELMA. Habíamos sido asignados para llevar suministros a Puerto Argentino en plena ocupación de las islas. A último momento cambió la orden y fue enviado el buque Rio Carcarañá, que a la postre fue hundido por un ataque ingles en la rada de Puerto Argentino. Nosotros, con el Rio Calchaquí, fuimos a buscar a la brigada de Tanques de Magdalena luego de la rendición. Trajimos en nuestras bodegas a todos los tanques y vehículos auxiliares desde Punta Quilla a Buenos Aires.

Un total de 16 marinos mercantes perdieron la vida en la guerra de Malvinas por el hundimiento de sus buques. Sus cuerpos no tuvieron otra tumba más que el mar. “Clama el viento y ruge el mar” de la canción: Malvinas Argentinas

En marzo de 1802, Manuel Belgrano pronunció un discurso, donde dijo: “ ...De aquí van a salir individuos útiles a todo el Estado y en particular a estas Provincias, sabéis que ya tenéis de quien echar mano para que conduzcan vuestros buques; sabéis también que hallareis jóvenes que con los principios que en ella adquieran, como acostumbrados al cálculo y a la meditación, serán excelentes profesionales en todas ciencias y artes a que se apliquen, porque llevando en su mano la llave maestra de todas las ciencias y artes, las matemáticas, presentarán al universo, desde el uno al otro polo, el cuño inmortal de nuestro celo patrio...”.

Los Oficiales de la Marina Mercante somos directos beneficiarios de la obra belgraniana. Todo lo que he alcanzado laboralmente se lo debo a la formación que he recibido de la institución que él fundó y defendió junto con el Ingeniero Cerviño. Durante toda mi carrera he vuelto, una y otra vez, a la querida escuela en busca de conocimientos, cumplimentar los cursos de ascenso, rendir exámenes, cursos de perfeccionamiento y actualización para cumplir con la OMI, obtener título de grado y hacer postgrados.

Belgrano nos dejó como baluarte no solo el profesionalismo, sino también: el amor a la Patria, la resiliencia, la abnegación, la solidaridad, la empatía, el compromiso con el otro y la fuerza interior para afrontar la dura vida en el mar.

Mi agradecimiento para con Manuel, es solo comparable con la admiración que siento por él. No dudo que es el sentimiento compartido por todos los egresados de la ESCUELA NACIONAL DE NAUTICA “MANUEL BELGRANO”.

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