Estimados compatriotas:
La Academia Belgraniana agradece la
ponencia del historiador Dr. Javier Adrián Garín, a quien tiene el honor de
designar en este momento como Académico honorario.
El triunfo patriota en “La Batalla de
Tucumán y su importancia en la guerra de la independencia” que magistralmente
tratara el expositor, detuvo el avance
de los leales a España sobre el noroeste argentino. Junto con la batalla de
Salta, el triunfo de Tucumán permitió a los rioplatenses o argentinos confirmar
los límites de la región bajo su control.
Manuel Belgrano, al observar que era
imposible resistir el avance realista, inició el 23 de agosto de 1812 el Éxodo
Jujeño, un repliegue memorablemente estratégico hacia Tucumán donde los
habitantes de Jujuy y de Salta abandonan heroicamente sus hogares, arrasando todo a su paso,
dejando a los realistas sin víveres. Luego, el Gobierno le pidió que fuera a
Córdoba pero él se mantuvo en Tucumán y allí venció a las tropas realistas, que
lo doblaban en número,
La batalla de Tucumán, dada en el
campo de Las Carreras, fue la más nacional de todas las que se libraron en la
guerra de la Independencia. Ahí estuvieron todos "los pueblos" de la
convocatoria de Mayo: el escuadrón "Decididos" de Jujuy, la
caballería salteña con la jefatura de Moldes, las milicias tucumanas reunidas
por Bernabé Aráoz, los restos de los regimientos porteños, la compañía
catamarqueña conducida por Bernardino Ahumada y Barros, y el guerrillero
altoperuano Manuel Ascensio Padilla con sus jinetes que formaron la escolta de
Belgrano.
Tucumán fue la batalla de la unión
nacional. El ejército popular salvó a la Revolución, y por sus resultados sólo
es comparable con Maipú y Boyacá, que definieron la suerte de otros países
americanos.
Empero no solo era intuición y táctica
militar, antes de la Batalla de Tucumán, el general Manuel Belgrano, devoto de
la Virgen María, había puesto bajo la protección de la Virgen de las Merced a
todas las tropas patriotas. Y la Madre de Cristo actuó.
Luego de la importante victoria en las
tierras tucumanas, el general le agradeció el mismo 24 por la tarde. En el
parte que envía a Buenos Aires puede leerse: «La Patria puede gloriarse de la victoria que han obtenido sus armas el
día 24 del corriente, día de Nuestra Señora de la Merced, bajo cuya protección
nos pusimos”.
Posteriormente
hizo oficiar una misa en honor a la Virgen durante la cual le entregó su bastón
de mando, el que colocó entre los pliegues y cordones de su manto.
El nombre de esta advocación mariana,
ante la que imploró se muestre benigna la Providencia Divina, evoca la
misericordia infinita de Dios, que nos ha dejado en la persona de María a una
auténtica madre, un seguro canal de gracia y una cabal intercesora. No es casualidad
que “merced” signifique “misericordia”, “dádiva”, “gracia” y, simultáneamente,
“perdón”.
El corazón y la mente del “Padre de la Patria” y
“General Portaestandarte de la República Argentina” - como lo llamara el
presidente Domingo Faustino Sarmiento- le hicieron pensar que ese triunfo que
él había obtenido en una situación muy difícil, muy adversa, muy complicada,
quizá confusa, fue guiado por la mano de Dios.
Belgrano era creyente. Pensada en que
del otro lado del mundo el Creador de ese mundo velaba por la tierra por la
gente y que al ofrecer su bastón de mando a la Virgen Generala del Ejército
daba significación al acto, significación que no todos comprendieron y que después
fue objeto de polémicas u opiniones diversas muy autorizadas, por supuesto, de
algún protagonista de aquella época.
Pero más allá de eso, la gratitud fue
expresada y la intención demostrada: los hijos de esta tierra no eran herejes
sino ortodoxos cristianos que con amor filial veneraban a la Madre de Dios!
Es nuestra intención ahora proceder ahora
a entregar Diplomas de Reconocimiento a quienes hicieron posible esta
conmemoración.
A todos vosotros expresamos
públicamente nuestro agradecimiento por ayudarnos a mantener viva la gesta del
Hijo Prominente de Buenos Aires. Gloria a Belgrano el Prócer ilustre y el
virtuoso americano.