sábado, 26 de abril de 2025

MANUEL BELGRANO DIPLOMÁTICO

 


“Pio VI precedente de la faceta diplomática de Manuel Belgrano.

Lacónica mención de su gestión en Paraguay e Inglaterra”


 Discurso del Señor Académico Presidente

Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro

pronunciado en el Museo de la Diplomacia - Cancillería

Viernes 25 de abril de 2025

PIO VI

Nacido en Cesena, actual Italia, fue el Papa Nº 250 de la Iglesia Católica. Su pontificado, comprendido entre 1775 y 1799, abarcó la totalidad del período de reinado de Luis XVI de Francia.

Su pontificado fue uno de los más largos de la historia del papado: duró 24 años y 6 meses. Vivió durante el declive y posterior colapso del sistema económico y político conocido como el Antiguo Régimen, ocasionado por uno de los acontecimientos más relevantes de la historia universal: la Revolución francesa. A raíz del desarrollo de los acontecimientos revolucionarios, murió en el exilio.

Por su parte, alrededor de los 20 años, mientras Manuel Belgrano estudiaba en Europa (después de su inscripción en la Universidad de Salamanca), solicitó directamente al papa Pío VI un permiso especial para leer libros que estaban incluidos en el Índice de Libros Prohibidos por la Iglesia Católica.

ElÍndice de Libros Prohibidos” (Index Librorum Prohibitorum), fue una lista dinámica de publicaciones consideradas heréticas, inmorales o perjudiciales para la fe católica.

Es importante entender que el Índice no era estático y se actualizaba periódicamente; por lo tanto, la lista de libros prohibidos durante el pontificado de Pío VI incluía obras que ya estaban censuradas y otras que fueron añadidas durante su tiempo.

Las obras, a las que no tenía acceso la mayoría de los fieles, eran en gran parte los libros prohibidos perteneciente a autores de la Ilustración, cuyas ideas cuestionaban la autoridad religiosa y monárquica, y promovían la razón, la ciencia y el pensamiento liberal. La prohibición incluía obras de filósofos como:

    • Voltaire: Sus críticas a la Iglesia y a las instituciones establecidas eran motivo de prohibición.
    • Jean-Jacques Rousseau: Sus ideas sobre la soberanía popular y la religión natural eran vistas con recelo.
    • Denis Diderot: Como editor de la Encyclopédie, una obra que difundía el pensamiento ilustrado.
    • Montesquieu: Su obra El espíritu de las leyes, con su separación de poderes, también generaba controversia.

 

También estaban vedados:

·         Los libros que promovían el jansenismo: esta corriente teológica dentro del catolicismo, con sus énfasis en la gracia divina y la predestinación, era vista con sospecha y muchos de sus escritos fueron prohibidos.

  • Las obras que atacaran las doctrinas, prácticas o la autoridad de la Iglesia.
  • Los libros que se consideraban ofensivos a la moral cristiana también eran censurados.
  • Las traducciones no autorizadas de la Biblia y un largo etc.

Es importante destacar que para obtener una lista exhaustiva y precisa de los libros prohibidos durante el pontificado específico de Pío VI, se necesitaría consultar los Índices publicados durante su tiempo. Sin embargo, los ejemplos mencionados dan una idea del tipo de literatura que la Iglesia buscaba restringir en ese período, marcada por la influencia de la Ilustración.

La autorización que el Papa Pío VI otorgó a Manuel Belgrano para leer libros prohibidos fue, por lo tanto, una excepción notable, basada en la confianza que el pontífice depositó en la prudencia e inteligencia del joven estudiante.

Los libros a los que Belgrano pudo acceder gracias a este permiso probablemente incluían muchas de las obras de los pensadores ilustrados, lo que influyó significativamente en su visión del mundo y su posterior actuación.

En 1790, Manuel Belgrano se encontraba en una etapa crucial de su formación intelectual en Europa. Los eventos y experiencias de este período fueron fundamentales para moldear su pensamiento y su futuro rol en la historia del Río de la Plata.

Manuel Belgrano a los 20 años:

  • Era un estudiante en Salamanca: continuaba sus estudios donde se había matriculado previamente. Estudiaba leyes, pero también mostraba un gran interés por la economía política y las nuevas ideas de la Ilustración.
  • Era un joven ávido de aprender y se sentía atraído por las corrientes de pensamiento moderno que circulaban en Europa.
  • Era un interesado por la economía política: Sus lecturas y estudios en Salamanca lo llevaron a profundizar en la economía política. Se sintió particularmente influenciado por las ideas del fisiocratismo y el liberalismo económico, que abogaban por la libertad de comercio y la importancia de la agricultura.

Guiado por una sana osadía, lleva a cabo el pedido de autorización al Papa Pío VI, para mí entender el primer precedente de su faceta diplomática.

Manuel Belgrano era considerado un español ilustrado que, a diferencia de algunos pensadores franceses de la época, no rechazaba la religión y aceptaba la autoridad de la monarquía española. La decisión del Papa de otorgarle este permiso especial subraya la reputación de Belgrano como un joven inteligente y su enfoque ponderado hacia la exploración intelectual.

En plena juventud, Belgrano estaba absorbiendo las ideas que enfatizaban la razón, la libertad, la igualdad y la soberanía popular, pero no por ello dejaba de ser un ferviente cristiano y un hombre de profunda religiosidad católica.

Las nuevas ideas comenzaron a influir en su visión del mundo y en su incipiente conciencia criolla, sin por ello dejar de ser una persona de fe.

En resumen, a los 20 años, Manuel Belgrano era un joven brillante y curioso, inmerso en un ambiente intelectual estimulante en Europa. Su acceso a los libros prohibidos gracias a la autorización papal fue un evento significativo que amplió sus horizontes intelectuales y contribuyó a la formación de su pensamiento económico y político, sentando las bases para su posterior protagonismo en la lucha por la independencia, pero todo ello bajo el amparo de la Providencia Divina.

El Papa Pío VI, estuvo indubitablemente impresionado por la inteligencia y la prudencia que percibió en la solicitud de Belgrano. El Obispo de Roma, reconociendo la inteligencia y la seriedad de Belgrano, y quizás también considerando su lealtad a la fe católica y a la monarquía española (en ese momento), le otorgó la autorización solicitada mediante un decreto fechado el 11 de julio de 1790.

Este episodio subraya la complejidad de la figura de Manuel Belgrano, un hombre profundamente arraigado en su fe católica pero también abierto a las ideas progresistas de su tiempo.

Sin temor a equivocarnos subrayamos que este inicio en el derrotero diplomático de Belgrano, la autorización papal fue crucial, ya que le permitió acceder a las ideas de la Ilustración, especialmente en los campos de la economía y la política, que estaban contenidas en los libros prohibidos. Estas obras, que a menudo promovían el liberalismo y las ideas de libre mercado, influyeron profundamente en el pensamiento del joven Manuel y sentaron las bases para sus posteriores acciones como economista y líder revolucionario.

Ahora bien, escribir una solicitud a un Papa en el siglo XVIII requería de un profundo respeto por su alta posición espiritual y temporal, así como el cumplimiento de ciertas formalidades y convenciones lingüísticas. No existía una proforma única, pero los siguientes elementos eran cruciales:

Se debía dirigir al Papa utilizando su título completo y formal: "Beatísimo Padre", "Santísimo Padre", o "Su Santidad".

Se debía identificar claramente el nombre del solicitante y, si era relevante, su estado o condición (por ejemplo: "Fiel católico", "Sacerdote de la diócesis de...", "Miembro de la Orden de..."). Se utilizaban fórmulas humildes como "El humilde y devoto siervo de Vuestra Santidad..." o "Con la más profunda veneración, el que suscribe...".

Era fundamental reconocer la suprema autoridad del Papa como Vicario de Cristo en la Tierra. Frases como "Postrado a los pies de Vuestra Santidad..." o "Implorando la bendición apostólica..." eran comunes.

Se utilizaba un lenguaje formal, elevado y respetuoso en todo el documento, evitando cualquier tono familiar o coloquial.

La solicitud debía ser clara y concisa, exponiendo el motivo de la petición de manera directa pero siempre con el debido respeto.

Si la solicitud requería una justificación (por ejemplo, un permiso especial), se presentaban los argumentos de manera lógica y respetuosa, apelando a la sabiduría y la clemencia del Santo Padre.

La petición en sí debía formularse de manera humilde y deferente, utilizando expresiones como "suplica humildemente", "ruega con fervor", "se atreve a implorar", "se permite solicitar".

Se debía especificar claramente qué se solicitaba (por ejemplo: permiso para leer ciertos libros, dispensa de una norma canónica, una bendición especial).

El cierre del documento reiteraba la profunda veneración y obediencia del solicitante hacia el Santo Padre. Frases comunes eran "Con la más profunda veneración y filial obediencia, de Vuestra Santidad, humilde siervo y devoto hijo." o "Suplicando humildemente la Apostólica Bendición, soy de Vuestra Santidad, el más humilde y obediente siervo."

Ejemplo hipotético (solicitud de permiso para leer libros prohibidos):

Beatísimo Padre,

El que humildemente se postra a los pies de Vuestra Santidad, Manuel Belgrano, joven estudiante de leyes, con la más profunda veneración y filial obediencia, se atreve a exponer lo siguiente:

Animado por un sincero deseo de ampliar mis conocimientos en diversas disciplinas, especialmente aquellas relacionadas con la economía y la política, he tenido noticia de ciertas obras que, aunque incluidas en el Índice de Libros Prohibidos, contienen ideas que considero podrían ser de utilidad para mi formación intelectual y para el futuro servicio a la Corona y a la Santa Iglesia.

Consciente de la sabiduría y prudencia que adornan a Vuestra Santidad, y reconociendo la potestad de la Santa Sede para dispensar de ciertas normas en bien de las almas, suplico humildemente a Vuestra Santidad se digne concederme la gracia especial de permitirme la lectura de los libros que se encuentran en el mencionado Índice, bajo la guía de mi confesor y con la debida cautela para no apartarme jamás de la doctrina católica.

Implorando humildemente la Apostólica Bendición, soy de Vuestra Santidad,

El más humilde y obediente siervo,

Manuel Belgrano

Salamanca, [Fecha aproximada de 1790]

Existían también otras consideraciones adicionales:

El idioma utilizado era generalmente el latín, la lengua oficial de la Iglesia Católica, especialmente para comunicaciones formales.

En algunos casos, las solicitudes podían ser presentadas a través de intermediarios eclesiásticos de mayor rango, quienes podían avalar la petición.

La caligrafía debía ser clara, legible y cuidada, reflejando el respeto hacia el destinatario.

La solicitud de Manuel Belgrano a Pío VI debió seguir estas pautas generales, adaptándose a su situación particular como joven estudiante y a la naturaleza específica de su petición. La respuesta favorable del Papa confirma que su solicitud fue presentada de manera adecuada y persuasiva.

Como belgranianos nos queda profundizar en las siguientes instancias, que se desprenden del breve análisis realizado:

a-     Manuel Belgrano para sus 20 años ya era terciario dominico? Hizo este pedido especial al Pontífice bajo esta situación?

b-      Hubo algún religioso o persona influyente que apoyara esta solicitud a modo de “padrino”?

c-      Su hermano Domingo José Estanislao, el futuro sacerdote, influyó de alguna manera?, pudo guiarlo en su condición de seminarista por aquel entonces?

 

BELGRANO DIPLOMATICO

La diplomacia de Manuel Belgrano, de la cual gozaba innatamente, se manifestó en varias etapas de su vida, complementando su rol como abogado, economista, periodista, político y militar en las primeras décadas del siglo XIX en lo que hoy son Argentina, Bolivia y Paraguay.

Como señalamos precedentemente el primer atisbo lo tuvo en la solicitud esgrimida hábilmente ante Pio VIº. Su paso por el Consulado de Comercio acentuó tal instancia.

Como bien sabemos desde 1794 hasta 1810, Manuel Belgrano fue el Secretario Perpetuo del Consulado de Comercio de Buenos Aires. Aunque no era un cargo diplomático en el sentido estricto, esta posición le permitía interactuar con diversas figuras comerciales y políticas. Desde allí, abogó por el desarrollo económico de la región y a menudo se enfrentó al monopolio español, lo que implicaba una labor de negociación y representación de intereses locales.

La consolidación de esta faceta del Hijo Prominente de Buenos Aires y Primer Prócer Porteño fueron las misiones diplomáticas encaradas post-Revolución:

Posteriormente a mayo de 1810, Belgrano asumió roles militares protagónicos, pero también se le encomendaron importantes misiones diplomáticas; pero antes de referirme brevemente a las mismas, quisiera mencionar otra instancia no menor, me refiero a la relación de Manuel Belgrano con Carlota Joaquina de Borbón.

Belgrano había logrado un curioso vínculo con la hermana del Rey Español durante su estadía en la Península y posteriormente la continuó con una activa correspondencia. Ya en Buenos Aires y ella en Río de Janeiro como princesa del Brasil.

Belgrano reconocía a Carlota Joaquina como la “única representante legítima…de mi nación…” Le solicitó que asumiera sobre “su real persona…el mando sobre el Río de la Plata por ser ella el sostén de la Soberanía española… y el único refugio que queda a este Continente para gozar de tranquilidad…”

Belgrano insistió con estas palabras “las provincias del interior cada vez mas caminan al desorden… los momentos son los más oportunos para que Vuestra Alteza Real tome la mano de estos dominios”.

En agosto de 1809 la princesa Regente del Brasil desistió de la propuesta por diversas razones que no viene ahora a ser consideradas. La gestión diplomática de Manuel Belgrano si bien fue insistente, no prosperó.

Otro desafío para los belgranianos es investigar más sobre estos vínculos con personalidades regias que mantuvo en su vida el Libertador de Pueblos. Habría hecho valer su ascendencia al patriciado genovés?  Habría tenido peso su ascendencia al conde de Famolasco del cual descendía su rama familiar?

Retomando el tema central, la primera misión diplomática oficial de Manuel Belgrano fue la Misión al Paraguay  en 1811:

Manuel Belgrano desempeñó un rol diplomático significativo en relación con el Paraguay en un momento crucial de la historia de ambas regiones.

Tras la Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires, la Primera Junta buscó extender su influencia y autoridad a otras regiones del Virreinato del Río de la Plata, incluyendo el Paraguay. Sin embargo, el Paraguay tenía sus propias aspiraciones y una identidad incipiente.

En 1810, la Primera Junta envió una expedición militar al mando de Manuel Belgrano al Paraguay. El objetivo era persuadir (incluso por la fuerza si fuera necesario) a la provincia paraguaya de unirse al movimiento revolucionario de Buenos Aires.

Sin embargo, las campañas militares de Belgrano en Paraguay (las batallas de Campichuelo y Paraguarí en 1811) resultaron en derrotas para las fuerzas de Buenos Aires.

Tras estas derrotas, Belgrano comprendió que la anexión del Paraguay por la fuerza era inviable y que la voluntad de los paraguayos era inclinarse hacia la autonomía.

Por ello en lugar de continuar un conflicto que parecía inútil y costoso, Belgrano actuó con pragmatismo y visión política. Negoció un armisticio y la retirada de sus tropas de territorio paraguayo. Este acto, aunque criticado por algunos en Buenos Aires en su momento, sentó las bases para una relación diferente con el Paraguay. Implícitamente, reconoció la voluntad paraguaya de no subordinarse a Buenos Aires.

La acción de Belgrano allanó el camino para la declaración de independencia del Paraguay producida poco tiempo después, el 14 de mayo de 1811.

Aunque no fue una misión diplomática formal en el sentido de una negociación de tratados, la decisión de Belgrano de retirarse y no imponer la autoridad de Buenos Aires por la fuerza fue un acto de diplomacia de facto. Reconoció una realidad política emergente y evitó un conflicto prolongado.

Paradójicamente, la "derrota" militar de Belgrano en Paraguay condujo a una solución que, aunque no era la deseada inicialmente por Buenos Aires, respetó la voluntad del pueblo paraguayo y evitó un derramamiento de sangre mayor.

En resumen, si bien la misión inicial de Manuel Belgrano al Paraguay tuvo un carácter militar, su desenlace, marcado por la negociación de un armisticio y la retirada de sus fuerzas, constituyó un acto diplomático crucial que reconoció la autonomía paraguaya y definió las futuras relaciones entre Buenos Aires y Asunción. Su pragmatismo en esta situación demostró una visión política que iba más allá de los objetivos militares inmediatos.

La segunda misión diplomática fue la Misión a Europa entre 1814 y 1815:

Manuel Belgrano tuvo una importante misión diplomática en Inglaterra, aunque no fue el único destino de su viaje a Europa.

Fue en 1814, tras su recuperación de problemas de salud y luego de haber tenido un papel protagónico en los primeros años de la Revolución de Mayo, cuando el respetado escribano y ex “notario mayor “ de la Curia Eclesiástica del virreinato, el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas lo designó, junto a Bernardino Rivadavia, para llevar adelante una misión diplomática en Europa.

Los objetivos principales de esta misión fueron:

1.       Buscar reconocimiento para las Provincias Unidas del Río de la Plata: El gobierno revolucionario buscaba que las potencias europeas reconocieran la independencia o, al menos, la autonomía de la región.

  1. Explorar la posibilidad de establecer una monarquía constitucional: Una idea que circulaba en algunos círculos dirigentes era la de establecer una monarquía constitucional en el Río de la Plata, buscando un príncipe europeo para ocupar el trono. Incluso se llegó a considerar la posibilidad de un monarca Inca.
  2. Negociar apoyo y protección: Se buscaba obtener el apoyo de alguna potencia europea que pudiera ofrecer protección frente a una posible reacción de España.

Siendo más precisos, dada la grave situación reinante en 1814 las sociedades secretas hicieron su aparición. Posadas, surgido de las mismas junto a Alvear, iniciaron negociaciones tendientes a lograr que el Río de la Plata fuera un “Protectorado Británico”. Aquellas logias, eran el modo en que el Imperio Británico ofrecía su apoyo informal o cuasi diplomático podríamos decir, con el fin de socavar los intereses españoles a favor de los propios. Recordemos que entonces Inglaterra era aliada de España.

Manuel Belgrano y Bernardino Rivadavia partieron de Buenos Aires en diciembre de 1814, tras una escala en Río de Janeiro, donde se entrevistaron con el embajador británico en la corte lusitana, Lord Strangford, llegaron a Inglaterra en mayo de 1815.

En Londres, se encontraron con Manuel de Sarratea, otro representante de las Provincias Unidas que ya se encontraba en Europa gestionando diversos asuntos.

Belgrano, Rivadavia y Sarratea mantuvieron entrevistas con autoridades británicas. Sin embargo, el contexto europeo de la época, marcado por la reciente derrota de Napoleón y la restauración de las monarquías, no era favorable al reconocimiento de nuevas naciones americanas.

Gran Bretaña por su parte, si bien tenía intereses comerciales en la región, no estaba dispuesta a enemistarse con España reconociendo formalmente la independencia de las Provincias Unidas. Su política se centraba en mantener un equilibrio de poder en Europa. Esta delicada situación dio como resultado que los enviados rioplatenses no lograran obtener un reconocimiento formal, ni un apoyo concreto por parte del gobierno británico.

Durante su estadía en Europa, Belgrano se convirtió en un firme defensor de la idea de establecer una monarquía constitucional, incluso proponiendo un descendiente de los Incas como posible monarca. Presentó sus argumentos ante Rivadavia y Sarratea, buscando apoyo para esta propuesta.

El sistema monárquico atemperado, tal cual lo consideraba el creador de la Bandera Nacional fue por él mismo propuesto en la sesión secreta del Congreso de Tucumán del 6 de julio de 1816.

En resumen: La misión diplomática de Manuel Belgrano en Inglaterra, junto con Bernardino Rivadavia, fue un intento importante por obtener reconocimiento y apoyo para las Provincias Unidas del Río de la Plata. Sin embargo, debido al contexto político europeo, no lograron sus objetivos principales de reconocimiento formal o la obtención de un príncipe para una posible monarquía. A pesar de esto, la experiencia europea fue valiosa para Belgrano y para la comprensión de la política internacional de la época.

Como intertextualidad me referiré sucintamente a un elemento simbólico derivado de este tiempo diplomático de Manuel Belgrano en Inglaterra, me refiero al reloj que le obsequiara el Rey. Aún hoy llama la atención de la historia argentina en general y de la belgraniana en particular cómo y por qué Jorge VI tuvo este gesto.  

No hay evidencia histórica de que Manuel Belgrano haya tenido un encuentro directo o una interacción personal con el rey Jorge III del Reino Unido durante su misión diplomática en Inglaterra.

El protocolo real de la monarquía británica, especialmente en el siglo XIX, limitaba el acceso directo al monarca para diplomáticos de rango inferior o de naciones no reconocidas formalmente. El encuentro con el Jefe de Estado era reservado para ocasiones muy especiales o para embajadores plenipotenciarios de potencias importantes.

En  ese marco, en 1815, el rey Jorge III se encontraba en un estado de salud mental muy precario. Sufría de episodios recurrentes de lo que hoy se cree que fue porfiria, lo que incapacitaba al Rey para ejercer sus funciones de manera regular. Su hijo, el Príncipe Regente (futuro Jorge IV), era quien ejercía el poder de facto en su calidad de Regente.

La naturaleza de la misión de Belgrano y Rivadavia no era la de embajadores plenipotenciarios de un estado reconocido. Su objetivo era buscar reconocimiento y apoyo, pero no tenían el estatus formal para una audiencia directa con el monarca.

Las gestiones diplomáticas de Belgrano y Rivadavia se realizaron principalmente a través de los canales gubernamentales británicos, es decir, con ministros y funcionarios del gobierno, como Lord Castlereagh, el Secretario de Asuntos Exteriores.

Por ello es altamente improbable que Manuel Belgrano haya tenido una audiencia o interacción directa con el rey Jorge III durante su estadía en Inglaterra. Ahora bien, basados en la tradición tomamos como cierto el hecho de que el rey Jorge III de Inglaterra le obsequiara un reloj a Manuel Belgrano, lo decimos porque el reloj existió y hoy lamentablemente no tenemos acceso al mismo porque fue hurtado en julio de 2007 del Museo Histórico Nacional, grave y penosa realidad por cierto.

El reloj era de oro y esmalte; obsequiado por el rey Jorge III de Inglaterra, nunca se  especificó el motivo exacto del regalo, ya sabemos que no por manos directas del Soberano sino a través de su hijo o de otros canales diplomáticos.

Ese reloj era la única pertenencia de valor que conservaba Belgrano al momento de su paso a la inmortalidad, ocurrida en la pobreza en 1820. En su lecho de muerte, Belgrano quiso agradecer a su médico personal, el Dr. Joseph Redhead, regalándole este reloj como pago por sus servicios, ya que no disponía de otros bienes para hacerlo.

Por lo tanto, la existencia de un reloj de oro y esmalte que fue un regalo de Jorge III a Manuel Belgrano es un hecho recogido por la historia y la tradición, aunque los detalles precisos de la entrega del obsequio no estén completamente claros.

Recordemos que Su Graciosa Majestad Jorge III era el Rey de Inglaterra en tiempos de las Invasiones Inglesas, el mismo al que poderosos comerciantes y la jerarquía eclesiástica acudieron a jurarle fidelidad pero que no lo hiciera Manuel Belgrano dada su concreta y profunda convicción y compromiso con el Real Consulado y sus ideas.

Los presentes u obsequios en la diplomacia adquieren un lectura especial, por ello el regalo de un reloj de oro y esmalte por parte del rey Jorge III a Manuel Belgrano adquiere una significación especial al considerar la importancia de la hora y la relojería en la Inglaterra de finales del siglo XVIII y principios del XIX.

El reinado de Jorge III (1760-1820) coincidió con la plena efervescencia de la Revolución Industrial en Gran Bretaña. Este período trajo consigo la mecanización de la producción, la creación de fábricas y la necesidad de una organización del trabajo mucho más precisa. La gestión del tiempo se volvió crucial para la eficiencia en las fábricas y en la coordinación de actividades.

Inglaterra se había convertido en un centro de excelencia en la fabricación de relojes de alta calidad. Artesanos y relojeros innovaban constantemente, buscando mayor precisión y fiabilidad en los mecanismos. Un buen reloj era un símbolo de estatus, riqueza y sofisticación.

La determinación precisa de la hora era fundamental para la navegación, especialmente para calcular la longitud en el mar. El gobierno británico invirtió considerablemente en el desarrollo de cronómetros marinos precisos, como los de John Harrison, que permitieron una navegación más segura y eficiente, crucial para el imperio marítimo británico.

Si bien la precisión horaria no era tan omnipresente como lo es hoy, las élites y la burguesía cada vez más dependían de los relojes para organizar sus vidas sociales, citas y negocios. La posesión de un reloj personal se volvía más común entre estas clases.

El siglo XVIII fue un período de importantes avances científicos, donde la medición precisa del tiempo era esencial para experimentos y observaciones en campos como la astronomía y la física.

En este contexto, un reloj de oro y esmalte regalado por el propio monarca no era un obsequio cualquiera. Los materiales preciosos y la artesanía de un reloj real lo convertían en un objeto de gran valor material y social. Recibir un objeto personal del rey era un signo de distinción y un posible indicio de reconocimiento por parte de la corona británica, aunque en el caso de Belgrano no implicara un reconocimiento formal de su causa. Un reloj de la época representaba la tecnología avanzada y la precisión que caracterizaban a la Inglaterra de la Revolución Industrial.

Como ya hemos señalado precedentemente si bien no hay constancia de un encuentro personal con Jorge III, el regalo del reloj podría haber sido una forma indirecta de mostrar reconocimiento por su misión diplomática (aunque no exitosa en términos de reconocimiento formal) o quizás un gesto de cortesía hacia un representante de una región con la que Gran Bretaña tenía intereses comerciales.

El hecho de que Belgrano conservara este reloj como su posesión más valiosa hasta su muerte subraya la importancia que él mismo le otorgaba, ya sea por su valor material, por el origen del regalo, o como un recuerdo de su paso por una nación a la vanguardia de la ciencia y la industria.

Hemos hablado de Manuel Belgrano y su incipiente diplomacia. Hoy no podemos concluir estas palabras sin recordar que el pasado lunes 21 de abril argentino mas importante de la historia: Francisco, el Papa 266, partió a la Casa del Padre. Jorge Mario Bergoglio era Académico honorario de la Academia Belgraniana de la República Argentina y fue nominado tal en tiempos en que era el Arzobispo Primado de Buenos Aires; en homenaje a su memoria quiero traer al presente las palabras que pronunciara en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires a la comunidad educativa en abril de 2003.

Decía el arzobispo Bergoglio:

"¿Por qué no hacer el intento [de] dejarnos enseñar por la historia? Pensando en los tiempos fundacionales de nuestra patria, me salió al encuentro un personaje al cual, por lo general, no se le reconoce la relevancia que ha tenido en la Argentina naciente. Me refiero a Manuel Belgrano. (...)

¿Qué se puede decir de él, además de su participación en la Primera Junta y la creación de la bandera? (...) promovió por todos los medios la creación de escuelas básicas y especializadas [e] insistirá en la necesidad de la enseñanza técnica, diseñando proyectos de escuelas de agricultura, comercio, arquitectura, matemáticas, dibujo, náutica (...).

Mucho antes que otros, Belgrano comprendió que la educación y aun la capacitación en las disciplinas y técnicas modernas eran una importante clave para el desarrollo de su patria [y además] da una fundamental importancia a la educación de las chicas (...).

Vemos así a un verdadero creador en acción [que] consagró lo mejor de sus energías a tratar de plasmar una sociedad nueva, distinta, mejor para todos (...) atento a la necesidad de que nadie quedara afuera de ese nuevo mundo que iba tomando forma. (...)

[Sarmiento] dijo de Belgrano que había sido 'uno de los poquísimos que no tiene que pedir perdón a la posteridad y a la severa crítica de la historia' [y que] 'su muerte oscura es todavía un garante de que fue ciudadano íntegro, patriota intachable'. De muy pocos 'exitosos' de nuestra historia nacional podría decirse lo mismo (...)

Es que, además de sus incontrastables virtudes personales y su profunda fe cristiana, Belgrano fue un hombre que, en el momento justo, supo encontrar el dinamismo, empuje y equilibrio que definen la verdadera creatividad".

Hoy ambos, Manuel Belgrano y Jorge Bergoglio, están juntos allá en el cielo.

Muchas gracias.


Manuel Belgrano Padre de la Patria, el legado de su Bandera y su paso por Corrientes: discurso del Señor Académico Presidente en Caá Catí, el 20 de junio de 2025.

  MANUEL BELGRANO PADRE DE LA PATRIA, EL LEGADO DE SU BANDERA Y SU PASO POR CORRIENTES   Compatriotas, buenos días! Manuel Belgrano ...