viernes, 9 de junio de 2023

Manuel Belgrano: un joven ejemplar y diferente

 


EXTRACTO DE LA ALOCUCIÓN DEL SEÑOR ACADÉMICO PRESIDENTE

ante los alumnos de la Escuela de Educación Técnica Nro. 21 "Manuel Belgrano" 

Ciudad de Resistencia, Provincia del Chaco, 6 de junio de 2023

 

La vida de Belgrano es una vida ejemplar y diferente. Realizó una vida propia, vigente hoy y en el futuro.

Modelo de juventud es ejemplo para las generaciones que le siguieron. Su espíritu inquieto y perspicaz lo distinguió desde siempre.

Siendo adolescente, a los 13 años, continuó sus estudios en el Real Colegio de San Carlos de la Ciudad de Buenos Aires.  Cerca de su domicilio. Este fue el primer establecimiento educativo de Buenos Aires y antecedente del Colegio Nacional de Buenos Aires, fue el más importante en los tiempos de la Colonia.

Por sus claustros pasaron Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Juan José Paso, Cornelio Saavedra, Juan José Castelli  y Bernardino Rivadavia, entre otras personalidades ilustres de la época que marcaron el rumbo de la Nación.

A los 16 años de edad es enviado por sus padres a España para allí perfeccionarse en comercio, tema vital y vigente en su época,  pero cambió su profesión en busca de un ideal mayor que era formar a un nuevo pueblo, a una nueva nación en valores que él supo descubrir. Belgrano detectó la validez espiritual y material de los habitantes de esta parte del mundo.

Salamanca y Valladolid donde curso la carrera que había elegido, le abren sus puertas, llegando a graduarse como Bachiller en Leyes a los 18 años, era el año 1789 cuando se produce la Revolución Francesa.

Su saber en leyes le permitió ayudar a su padre en una causa que lo tenía a maltraer y que había mellado su relación con la corona. Su especial cuidado de la economía política lo promovió a tan temprana edad a ser el primer presidente de la Academia de Práctica Forense y Economía Política en Salamanca.

El joven Belgrano era miembro de una familia distinguida por su accionar. Su cuñado, el sevillano José María Calderón de la Barca, esposo de su hermana María Josefa, persona influyente en la corte española,  le abrió paso para proyectarse social y profesionalmente, permitiéndole  esgrimir su saber desenvolverse con cortesía y diplomacia, como el mismo lo avizoraba en temprana edad.

Durante su permanencia en la capital de la Madre Patria, alcanza un éxito notable y de destaque que le granjea prestigio también entre  los miembros de la Iglesia, a tal punto que le permitió que intercedieran hasta obtener del papa Pío VI una autorización para leer toda clase de literatura prohibida. Dicha concesión se le otorgó «... en la forma más amplia para que pudiese leer todo género de libros condenados aunque fuesen heréticos». Su participación en tertulias de la Orden de Carlos III le permitió tomar contacto con la sociedad madrileña y familiarizarse con sus símbolos consagrados a la Virgen María en su advocación de la Inmaculada Concepción. El celeste y blanco de la banda y venera de sus miembros dejaron en la retina del futuro General los colores que tan celestialmente vinculaba a la familia real española con la Madre de Dios y a su vez la distinguía de otras.

Paralelamente estudia idiomas, latín, francés, italiano e inglés, logrando traducir en 1794, con tan solo 24 años de edad, las “Máximas generales del gobierno económico de un reino agricultor” del francés François Quesnay.

Maduraron en Belgrano ideas y políticas que atesoraba en su memoria para darle vida en algún próximo momento.

Altamente comprensivo entendió que la tierra que lo vio nacer y que tan distante se encontraba, estaba necesitada de bases y columnas firmes para su porvenir y el de sus habitantes. Aceptando la designación real de hacerse cargo del Real Consulado de Buenos Aires retorna y hace historia.

Las memorias del consulado era una documentación obligatoria de redacción anual donde constaba cada hecho, suceso y accionar de esa entidad que se le había confiado. El Real Consulado del Virreinato del Río de la Plata fue su gran y primera plataforma, donde pudo registrar sus ideas sobre el porvenir económico de su patria. Desde allí irradio las luces de su inteligencia. Leerlas es precisamente interiorizarse de la historia de la evolución del país que más tarde sería la República Argentina y nuestra patria independiente. Es un tesoro de ideas y proyectos frustrados en su gran mayoría, es cierto, por desinterés en la legislación vigente que ejercían los españoles sobre sus posesiones de ultramar.

A los 27 años ya es militar por designación del Virrey Melo, asumiendo como Capitán de Milicias. Antes de cumplir 30 años ya había fundado la Escuela de Náutica y la de Dibujo. Manuel Belgrano es el primer estadista educador y primer promotor de la escuela técnica. Como esta casa que lleva su nombre.

El propia Sarmiento señala a Belgrano como “el único propagador de escuelas durante la época de la independencia”. Buscó educar a sus compatriotas tendiendo a una nueva y superadora vida social. Vio y comprendió la importancia de las políticas públicas de educación y de trabajo para alcanzar el desarrollo integral del individuo y su bienestar general.

En el marco de esta incipiente educación técnica, artesanal e industrial, el impulso pedagógico belgraniano integra las ciencias exactas y naturales con los idiomas modernos, y también con el dibujo. Efectivamente, el dibujo técnico, un espacio curricular aun hoy emblemático de la escuela técnica, es para el prócer la base trans-disciplinaria de la educación popular de los trabajadores. Y si viviera hoy no dejaría de alentar los estudios tecnológicos con base en la informática y comunicación global.

En un poco más de 10 años logra trazar la mediatriz de su vida y el horizonte de su patria. Amó y fue amado, puso pasión a sus impulsos, nunca se olvidó de sus orígenes, acompañó a sus padres en los tiempos prósperos y en los adversos, Dios fue su fuerza y el baluarte donde anidó siempre su propósito y encontró refugio su alto don de gente, lucho incansablemente consigo mismo para que los glorias momentáneas y las adulaciones circunstanciales no lo cegaran cayendo en el hedonismo terrenal.  

Pero nada en su vida fue casual, sino por el contrario fue causal. Su trabajo temprano de introspección le hizo descubrir el llamado de grandeza al que había sido convocado. Sensible a los estímulos y significados tangibles e invisibles de sus cometidos nos dejó el paño blanco y celeste que nos une y nos cobija a todos por igual, sin distinción alguna. Esa Bandera es traída hoy a esta Escuela para que sea visible identidad, inspiración constante y significante propósito de seguir construyendo en vosotros y en quienes le sigan el “Norte Grande”.

La Presidencia de la Academia Belgraniana de la República Argentina está orgullosa de encontrarse en esta hermosa Provincia donde el Puente “General Belgrano” une a las provincias de Chaco y Corrientes sobre el Río Paraná; donde un departamento lleva el nombre del Precursor de la Independencia Nacional; donde un paraje es llamado Fortín Belgrano; donde la Plaza de Resistencia evoca al Libertador de Pueblos; donde un ferrocarril nacional, calles, avenidas y muchos lugares más tienen y llevan el nombre del Creador de la Bandera; pero más allá de todo ello - que puede ser grato a los sentidos cívicos - es el lugar donde late el corazón una sociedad comprometida con los ideales belgranianos y que trabaja día a día por defender los derechos de los pueblos originarios, preserva los recursos naturales  y da verdadera importancia a las mujeres en la organización nacional, tal cual lo proclamara Manuel Belgrano. Ese Belgrano que hoy les presento como un joven ejemplar y diferente.

Muchas gracias.

 

Prof. Rubén Alberto Gavaldá y Castro

Presidente de la Academia Belgraniana

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